Capítulo 13: Pérdida

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Es hora de ser libre

Es hora de encontrar la paz junto al agua.

Y solo aguanta

El amor es la respuesta Natalie Taylor


Esa noche, Claire lo miraba con sombría determinación y sabía que Leon no podía precisar si estaba enojada, triste o simplemente preocupada por algo. Era fácil olvidar, a veces, cuánto vivía en su cabeza.

"¿Qué estás pensando?" Finalmente rompió el silencio.

Ella murmuró tratando de evitar su mirada y reuniendo valor. "Yo... no te juzgaría si buscaras consuelo en otra persona".

La sensación de inquietud se convirtió instantáneamente en un pánico insano. "Así es como te deshaces de mí. ¿No es así?"

"¡Eso no es lo que quise decir!" Leon exclamó con desconcierto enojado.

"¿Ah, de verdad?" Claire arrastró las palabras con desdén. "Tal como lo veo, lo que me estás diciendo es que no me importa con quién o cuándo me gusta... ¡una muñeca sin cerebro que puedes usar cuando quieras!"

Leon estaba tan fuera de sí como ella. "¡Maldita sea, no estoy tratando de deshacerme de nadie! ¡Mi conciencia me atormenta! ¿No lo entiendes?" Añadió con amarga humillación. "No puedo permanecer fiel solo a ti en cuerpo".

Por la alegría de que el remordimiento la acosara en lugar del arrepentimiento, Claire capturó sus labios en un beso despiadado que le robó la capacidad de respirar y pensar.

Antes de que Leon se acercara a ella para aplastarla en otro beso abrasador, Claire se preguntó brevemente si había amado a alguien tan profundamente como para poder juzgarle.

Mientras estaba tratando de volver a sus sentidos, él la soltó. Conocía los riesgos. Pero más que nada, lo deseaba a él. Después de un tiempo, agregó. "Prométeme una cosa. Si cambias de opinión acerca de estar conmigo, prométemelo honestamente".

"No voy a cambiar de opinión..."

"Solo prométemelo".

Al darse cuenta de que era inútil discutir, Leon asintió.

"Prometo." Y ella sonrió suavemente. "Tarde o temprano, siempre volveré a ti pelirroja, nunca dudes de eso"


Los cielos tronaron fuertemente cuando el sacerdote dio la orden de dejar caer el féretro a su cuna de tierra eterna. Claire, en primera fila, ni siquiera conseguía mantenerse de pie. Su desgarrador lamento silencio se unió al de Sherry y Rebecca, quienes lloraban audiblemente, como si lo hiciera por quienes no estaban en condiciones de lograrlo.

Los sollozos atravesaron su boca como burbujas de aire a través de la superficie viscosa de un páramo. Había pensado que había gritado todo su dolor, había pensado que el resto se había calcificado dentro de ella. Pero era tan angustioso y real como los huesos que tenía delante, tan vivo como ella misma. Deseaba no tener que mirar, deseaba poder darse la vuelta. Pero el espantoso espectáculo la mantuvo cautiva como su pasado.

Claire cerró los ojos y levanto la cara hacia la lluvia. ¿Por qué los cielos no podían llevarse su pena?

Se quedó. Se quedó hasta que la tierra termino de tragarse el cuerpo inerte de amigo, de su amor. Se quedó hasta que ya casi no quedaron asistentes disponibles para darle el pésame; palabras vacías que no era capaz de discernir. Se quedó hasta que diviso a Sherry arrastrándose hacia otro sitio donde poder vaciar su pena apoyándose en el que debía ser el famoso Jake Muller, quien la sujetaba por la cintura para impedir que cayera al lodo, algo que a nadie le habría extrañado viéndola con atención. Se quedó incluso cuando algunas personas de la D.S.O le rogaron que entrara a cambiarse de ropa, porque la lluvia inclemente no se detendría pronto. Se quedó también cuando, con el rabillo del ojo, noto que Jill, Rebecca, Billy, Hunnigan, Moira y una mujer de cabello castaño oscuro no solo no se iban del cementerio, sino que continuaban mirándola como dilucidando si acercarse o no a darle un abrazo.

I will never leave youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora