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POV Lisa

Abrí los ojos, todavía en penumbra. La pequeña y alta ventana de la habitación me permitía adivinar la hora aproximada. Aun así, ya quería levantarme. Deseaba ser la primera en recibir los diarios del lunes, como lo he hecho desde hace un par de meses.

Desde aquel día en que salí corriendo por el jardín trasero del orfanato, no he dejado de pensar en ella, en sus hermosos ojos oscuros. Nunca había experimentado algo similar. Recuerdo que me puse nerviosa cuando noté su mirada fija en mí, y por eso decidí irme. Huí, sin más, de esos ojos felinos.

Cuando sus suaves y delicados dedos rozaron mis labios, un temblor recorrió mi cuerpo. Sé que tal vez solo sea una ilusión, pero me gusta sentirla. Sobre todo desde aquel lunes, después de su visita, cuando la vi en los diarios. Se veía radiante junto a la madre superiora. Nunca había reparado en que la prensa cubriera esa visita. No fue hasta ese lunes que volví a verla, aunque solo fuera en una fotografía.

Así ha sido desde entonces. Cada lunes, los diarios llegan con sus páginas sociales y, en ellas, siempre aparece ella. Siempre luce impecable, vestida con elegancia y delicadeza, como Jennifer Kim. Sí, ese es su nombre, y hasta su nombre es perfecto. Casi siempre aparece con sus padres y su hermana, en algún cóctel, una inauguración o un viaje familiar.

Yo, en silencio, hago lo mismo siempre: corto la fotografía en la que aparece y la guardo dentro de uno de mis libros favoritos. De hecho, es el único que tengo, probablemente un regalo de alguna donación. Pero ahora es como un cofre donde guardo sus fotos. Mi gran tesoro, lo único tangible que tendré de ella, de la famosa Jennifer Kim.

Digo esto mientras beso su más reciente fotografía, en la que luce tan hermosa como siempre.

El sonido del portón agitó mi corazón instintivamente. La madre superiora apareció, y con una sonrisa me dijo: "Ya lo tengo, ven aquí". No entendía qué estaba ocurriendo, pero me acerqué sin cuestionar. Antes de poder reaccionar, me envolvió en sus brazos, inclinándome ligeramente. Se rió y exclamó: "¡Feliz cumpleaños, Lily! Ya eres toda una mujercita. ¡Once años!". Me soltó, y al mirarla solo pude balbucear un tímido "gracias". Nunca solía recordar cuándo era mi cumpleaños; la verdad, no me importaba demasiado. Aunque a todos nos hacían un pequeño lonche de celebración, para mí ese día no tenía significado. Desde que llegué a este lugar, nunca fue relevante. Ellos ya no estaban. Me abandonaron. Ya nada era verdaderamente importante para mí, salvo recortar, cada lunes, las fotos de una hermosa jovencita.

Cogí el diario y dándo una reverencia a la madre superiora salí corríendo hacia mi lugar favorito: el jardín trasero del orfanato. Allí solía leer sin que nadie me molestara o me golpeara, lejos de las burlas de las niñas, que me ridiculizaban solo por ser diferente. Con el corazón latiendo de emoción, abrí las páginas sociales en busca de su fotografía, sus ojos, su sonrisa. Pasé las páginas una a una: 1, 2, 3, 4, 5... Y entonces lo vi. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Sentí un nudo en el pecho. Las primeras lágrimas rodaron por mis mejillas mientras leía la nota:

"La prestigiosa familia Kim parte hacia Londres, trasladando sus inversiones a una nueva ciudad. Un nuevo inicio para la afamada empresa de Eun Kim. La familia completa afronta nuevos proyectos y desafíos. Desde aquí, les deseamos lo mejor."

Ni siquiera pude concentrarme en la fotografía. Mi corazón se encogía mientras mi mente me susurraba que nunca, o casi nunca, volvería a saber de ella. Me volvía loca semanalmente esperando verla. Volví a observar su sonrisa, sus ojos. Pero, estando lejos, eso iba a ser casi imposible. Aun así, recorté la foto junto a la nota y la guardé en mi libro, junto a las demás.

No recuerdo cuánto tiempo me quedé allí. Las risas distantes me hicieron volver a la realidad. El sol ya brillaba con fuerza, cegándome ligeramente. Instintivamente, busqué mi libro. No estaba por ningún lado.
Me levanté y vi a un grupo de chicos y chicas riendo, con mi libro abierto y sosteniendo mis fotografías. Sentí cómo la rabia empezaba a arder dentro de mí, y me dirigí hacia ellos.

—Hola, fenómeno, ¿necesitas algo? —preguntó Kai, el chico mayor del grupo, de unos dieciséis años.

—Mi libro —dije, con un hilo de voz, todavía temerosa.

—No te escuchamos, fenómeno, habla más fuerte —se burló una de las chicas. Casi al mismo tiempo, otra añadió:

—El fenómeno no sabe hablar —y todos estallaron en carcajadas.

Mis manos se tensaron en un fuerte apretón. Veía cómo se divertían revisando las fotos de mi Jennie. Porque sí, en mis sueños despiertos solía creer que era mi chica, que llegaba a besarme dulcemente y que caminábamos de la mano por un hermoso lugar.

—Quiero mis fotos y mi libro —reclamé, con más firmeza esta vez.

—Pues ven por ellos —dijo Yogin. Pero antes tendrás que pasar por aquí —señaló un charco de lodo—. Si pasas por ahí, te devolveremos tu libro y las fotos de esta hermosa chica, aunque no entendemos por qué las tienes. Una chica fina y hermosa se espantaría de un fenómeno como tú.

Mis lágrimas querían salir, pero me contuve. No delante de ellos, ni delante de nadie. Eso era cierto. Nunca había llorado frente a nadie.

Al final, no hice lo que me pedían. Lo que me quedaria de esa tarde, de todos los golpes y humillaciones que recibí por no obedecerlos, de las lágrimas que finalmente mojaron mi rostro cuando se marcharon, es que, en mi cumpleaños número once, lo único que realmente importaba era que ella, mi Jennie, se iba de Seúl, posiblemente para siempre.




Mi Destino Eras Tú (Jenlisa G..p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora