Entonces él entendió todo, su evidente habilidad para la lucha y su talento con la espada era debido a una larga trayectoria familiar de grandes militares; recordó también la familiaridad con la que ella se había acercado al general cuando estuvieron en el campamento, a él le había parecido extraño, pero no se había preguntado por qué de su actitud hacia él en ese momento; todas esas extrañas cosas se podían explicar una vez que supo que era su hija.
Quedó paralizado unos momentos por la sorpresa de tal revelación, hasta que logró que las palabras salieran de su boca—Entonces, lo que le dijiste esa vez...
—Fue que tú conocías mi secreto— completó—. Y que, a pesar de eso, no me subestimaste— Ella lo miró a los ojos, y en estos pudo ver agradecimiento.
Él le sonrió, en esos pocos días le había tomado mucho cariño, a pesar de que todavía no conocía mucho de ella.
—No sabía que el general tenía una hija—dijo.
—Él no habla mucho de mí... Es muy reservado sobre su vida privada, y prefiere centrarse más en su labor protegiendo al reino.
—Entiendo... ¿y qué hay de tu madre?
Hubo silencio por un par de segundos, y él la observó, un tanto extrañado por su comportamiento—Ella murió dándome a luz.
Al escuchar esto, volvió a recriminarse por seguir preguntando cosas que no eran de su incumbencia— Lo siento mucho.
—No te preocupes, eso fue hace años, tampoco la conocí así que no es que su muerte me haya afectado— respondió, pero él pudo escuchar en su voz quebrada que sí le había afectado crecer sin su madre, así que llevó su mano al hombro de Alaia, y la atrajo hacia él, haciendo que apoyara la cabeza en su pecho, mientras le acariciaba la espalda, intentando darle consuelo. Ella cerró los ojos, y se sonrojó un poco, mientras disfrutaba de la caricia, hacía tanto que nadie le daba muestras de cariño que sintió que iba a llorar, pero se contuvo.
Después de un par de minutos en que se mantuvieron en esa posición, ella se alejó de él, intentando ocultar su sonrojado rostro entre sus cabellos— ¿Y qué hay de ti? Siempre preguntas sobre mi vida, pero no hablas mucho de la tuya.
—¿Qué puedo decir? — dijo él, no quería mentirle, pero no se podía permitir hablarle a nadie sobre su identidad, ni siquiera a Alaia, lo que lo hacía sentir mal, ella había sido honesta con él, pero él no podía serlo con ella. Pensó mucho en qué podía decirle, y se decidió a que sólo hablaría con la mitad de la verdad— Soy de familia noble, tuve la típica vida de noble, desde que era joven fui instruido en la guerra. Y puedo decir que tú también lo fuiste desde pequeña.
Ella pudo ver que nuevamente él estaba guiando la conversación hacia ella, pero lo dejó pasar—Recuerdo que cuando conocí... lo que era una espada, le pedí a mi padre que me enseñara a luchar como él, porque quería ser útil en algo para el reino, tenía sólo seis años, él sólo se río, me dijo que primero debía saber el arte de la guerra, así que me enseñó a leer y escribir, luego me enseñó estrategia, y cuando tuve la edad suficiente para sostener una espada, me hizo practicar todos los días, hasta que ambos estuvimos satisfechos. Pero nunca me dejó ir a la batalla, decía que era peligroso para... para mí, hasta que un día, hace cerca de tres años, me escabullí en la caballería. Hubieras visto su cara cuando me presenté ante él en la frontera, se puso furioso, intentó enviarme de vuelta, pero le daba mucho miedo que yo viajara por todo Antino sola, así que no tuvo más salida que yo me quedara hasta que volvimos tres meses después a Badé, con el rey.
—¿Con el rey? —preguntó, asombrado.
Ella se detuvo un par de segundos—Sí... Debido al cargo que tiene mi padre, nunca pudo estar mucho tiempo conmigo, así que vivo desde que era pequeña en el palacio.
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Perdónalos
Novela JuvenilLa infanta Mara ha traído amargura a su padre y al reino de Antino desde el momento en que nació. Debido a esto, el trato que su padre le da es muy diferente al que le da a su hermana, la princesa Arisbeth, lo que provoca gran resentimiento en el co...