Un beso para cadáveres

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De blanquecinos huesos se viste el cielo de mediodía,
Titiritando las olas y los humos rodeando los mástiles
Se desvanecen en doradas lenguas las velas del océano,
Como piedras en la garganta, escatimando relojes y cadenas.
He puesto sobre tus manos inmóviles un beso y una pluma
Y nada, nada, nada habrá que me separe ahora de tu ausencia

Si yo fuera un poetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora