Capítulo Ocho

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Jeongguk

—No tienes ni idea de lo bueno que es verte...caminando por ahí, con un aspectosaludable de nuevo. —Namjoon me da una especiede apretón de manos, el saludo que

hemos estado usando desde que éramos inseparables niños de seis años viviendo en la calle Copper en uno de los peores barrios de la ciudad de Jersey—. Has vuelto, cariño.

—Me viste el mes pasado, imbécil. Pasa. ¿Quieres una cerveza? —

Cambio de tema.

Cuando éramosniños soñábamos con hacer algo grande en la ciudad, dirigir esta ciudad y dominarlo todo. Entonces el bastardotraidor se mudó a la maldita Arizonahace varios años, tomando un lucrativo trabajocon una conexión de su tío. Ahora afirma quenunca quiere irse y, cada vez que vuelve de visita, llevaun bronceado de golfista y pantorrillas de excursionista.Cada vez que intenta convencerme de cambiar mi selva de hormigón por palmeras, sol y desierto, le doy dos palabras:escorpiones translúcidos.

Ni. De. Coña. Gracias.

Agarro una botella marrón con un esqueleto en la etiqueta, abro la tapa y se la doy, robando una para mí antes de que nos instalemos en mi bar. Antes le había preguntado por mensaje si quería salir esta noche a algunos de nuestros viejos lugares, viendo que era sábado por la noche y hace mucho tiempo que no vamos a la ciudad juntos, pero se negó, sorprendentemente. Dijo que tenía algo de lo que quería hablarme.

—¿Cuánto tiempo estás en la ciudad? —Tomo otro trago.

—Solo hasta el martes. —Se fija en la etiqueta de su cerveza, un viejo hábito suyo cuando tiene algo en mente.

—¿Vienes a trabajar?

—Psh. —Su mirada oscura se eleva—. No. Estoy aquí para ver a mi mejor amigo.

—Mentira.

Se ríe.

—Y podría haber una conferencia en el Times Square Hilton...

—No me mientas, Namjoon. Sabes que te atrapo cada vez. —Inclino mi botella y tomo un trago.

—Sin embargo, ¿te sientes bien? —pregunta.

Pongo los ojos en blanco ante la pregunta que he tenido que responder al menos cincuenta y nueve veces en las últimas treinta y seis horas.

—Como si valiera un millón de dólares —miento. Está de buen humor.

Yo estoy de buen humor. Me gustaría que siguiera siendo así.

—Nos diste un buen susto. —Me estudia de la manera extraña en la que la mayoría de la gente lo hace hoy en día, como si estuvieran perdidos en sus pensamientos o tuvieran un profundo momento interno. Y luego toma un largo aliento, lo deja ir, y toma un trago aún más largo.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

Arrastra su mano por el largo de la parte superior del muslo.

Unas palmas sudorosas en el señor Confianza nunca son una buena señal.

BestMan (Kookv)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora