VI

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VI

Nymphadora se esforzó por mantenerse neutral, pero su rostro pálido no consiguió engañarla.

—Ya se lo han llevado a San Mungo, señora.

—¿Dijo algo sobre sus atacantes?

—No... No está en condiciones de decir nada. Su estado es muy grave.

—¿Y el resto? Alguien debió ver algo.

Lo pensó por un momento antes de responder.

—Ya hay un destacamento de aurores investigando, señora.

Amelia asintió y le dio la espalda. Habían encendido las antorchas en el pasillo y las manchas de sangre eran visibles en las paredes y el piso. Se le revolvió el estómago de solo imaginarse la escena, no podía comprender que maldición podía ocasionar aquello, pero estaba segura de que se trataba de magia muy oscura.

Era la tercera vez en el año en el que el Departamento de Misterios estaba envuelto en algún suceso extraño. Sturgis Podmore y Broderick Bode fueron atrapados intentando cruzar por una puerta y robando una profecía, respectivamente. El primero fue condenado a pasar seis meses en Azkaban y el segundo fue internado en San Mungo porque se creía una tetera.

Había visto a Podmore en los calabozos del cuartel de aurores. Se declaró culpable, pero se resistió a confesar sus razones. Creyeron que estaba loco y lo enviaron con los dementores. El Ministerio —con Fudge a la cabeza— desestimó los hechos, pero no estaba segura de que también pudieran ignorar eso. Arthur Weasley había sido brutalmente atacado en un pasillo del departamento. ¿Qué hacía el hombre allí? No podía asegurar nada, pero intuía que la Orden tenía algo que ver.

Y si intentaron apartarlo del camino con métodos tan violentos... Era lógico pensar que Voldemort estaba detrás.

Pero eso no iban a reconocerlo.

—Se ha ido —dijo una voz grave y profunda. Amelia se dio vuelta para ver a Kingsley caminar hacia ellas. A excepción de los otros dos aurores que examinaban minuciosamente el lugar, estaban solos—. Quienquiera que sea, se ha ido.

—¿Qué hacía Arthur aquí?

Kingsley la miró a la cara. Amelia no pudo descifrar su expresión.

—No lo sabemos, señora. Ahora mismo no está en condiciones de dar explicaciones, pero la mantendré informada.

Quiso preguntar directamente por la Orden, pero sabía que no iba a decirle nada. Ni Kingsley ni Nymphadora.

—Perfecto. Mantén alejado a los de El Profeta, aunque es seguro que... No importa. Nymphadora, avisa a Molly Weasley.

La joven bruja abandonó el pasillo casi corriendo. Supuso que era la primera vez que veía tanta sangre, los maleficios no acostumbraban a dejar heridas visibles.

Volvió a su despacho con Kingsley siguiéndola. Eran las dos de la mañana, la noticia del ataque la había levantado de la cama y ya no tenía ni pizca de sueño. El mago se quedó en la puerta, avisando que estaría con ella hasta que Nymphadora volviera. Amelia sabía que era cuestión de tiempo para que Scrimegour —y tal vez Fudge— se apareciera por allí, así que decidió que haría la espera más llevadera escribiendo a Susan. Todavía conservaba la carta que le envío el día anterior en el bolsillo.

Las cartas de Susan la habían provisto de información durante todo el año. Amelia supo que todas sus sospechas estaban en lo cierto. Fudge estaba intentando inmiscuirse en Hogwarts mediante Umbridge. La hizo Suma Inquisidora, creó una Brigada con algunos estudiantes —Susan le dijo que dos muchachos, Crabbe y Goyle, estaban haciéndole la vida imposible— y dicto todo tipo de decretos ridículos.

Amor, dolor | BELAMELIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora