Preparatoria

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Cada año en la preparatoria se inscriben nuevos estudiantes con el fin de prepararse para tener futuros prometedores.

La realidad es que la gran mayoría solo asiste porque sus padres y la sociedad así lo impusieron, pierden el tiempo en banalidades idiotas para obtener la aprobación de la gran mayoría. Son impertinentes, groseros, desafiantes, y les encanta sabotear el laboratorio de ciencias con el fin de hacer enloquecer a la profesora. Claro que esto solo funcionaría si en su medida eso fuera más posible.

Algunos otros se encuentran entre aquellos que si les interesa su futuro y tratan de sobrevivir al constante abuso de una minoría sobrevalorada e idolatrada.

Pocos son los que están en un intermedio, los cuales son más despreciables por no decidir a donde pertenecer, unos hipócritas, van y vienen sin ninguna ambición.

Finalmente, aquellos contados que simplemente pasan desapercibidos, nadie los molesta, nadie los busca, no se meten con nadie, nadie se mete con ellos. Estudian y se van.                

Como deberían hacer todos.                 

Cada año es igual, el conserje limpia sus desastres y separa sus peleas estúpidas por la tonta abeja reina que no les toma la mayor atención. Cada tres años una nueva Reiss entra a esta institución, y como si de la realeza se tratara su mandado queda en manos de una tonta hermana.

¿Es que acaso el alcalde no se preocupa más en arreglar las calles llenas de baches que en traer tantas plagas al ya infectado mundo?                

Como si no fuera suficiente tener que soportar la ya notable corrupción de esta maldita ciudad.
...

La institución se encuentra impecable, eso claro hasta que en pocos minutos el montón de mocosos insoportables buenos para nada entren a ensuciar el reluciente suelo y a apestar con el perfume robado de sus padres el delicioso aroma a limón y detergente que hay en cada rincón del edificio. Delirante, e insoportable.                

Incluso aún más que la discusión entre dos viejos amigos.                  

–Maldita cuatro ojos te deje el salón limpio, más te vale no ensuciar nada hoy.

–Ay enano, no seas amargado aprovecha el ambiente lleno de colágeno, tal vez así se te quiten esas arrugas feas que se te hacen en la frente. Ah no espera esa es tu cara normal.– Hange soltó una estruendosa carcajada que irritaba más al hombre quien salió maldiciendo mientras llevaba el carrito de limpieza listo para combatir gérmenes y mocosos.– ¡Levi, si te lo propones también será un nuevo inicio para ti!– El mencionado saco su dedo medio sin mirar atrás.
                  

Este año sería tan agotador como los otros.  

Las clases comenzaron y la típica presentación con el profesor entusiasta que habla de la institución como si de maravillas se tratara había comenzado. Señalaba de puesto en puesto a cada joven haciéndoles las mismas preguntas.
    
¿Cómo te llamas? ¿Qué edad tienes? ¿De dónde eres? ¿Qué te gusta? Esas y algunas otras donde la mayoría contestaba con una risita estúpida como si eso pudiera agradar a otros.                  

Ella no podía estar más desinteresada en tal banalidad, su atención se centraba en el bosque que se encontraba en los limites de la preparatoria el cual podía presenciar a través de la ventana.

Los árboles poblados de hojas verdes y oscuras que se mecían con el viento llamaban su atención, transmitiéndole una serenidad que para otros podría ser enigmática. No cualquiera se siente atraído por un bosque oscuro y tenebroso donde posiblemente aparezcan restos humanos o algún tipo de pentagrama.

Entre las escobas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora