Farisaico

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Las personas suelen comportarse de distintas formas dependiendo del ambiente, y esto en su sana doctrina no esta mal. A excepción de aquellas veces, en que predicas una cosa para luego practicar otra buscando la aprobación de otros. Este comportamiento hipócrita y falso es inmoral y un total asco.
                
Sobre todo, cuando ves día a día mocosos insolentes alardear de mierdas que ni siquiera Shadis en sus cincuenta y tantos años de vida a visto.
                 
Ahí estaba, una vez más el trio de amigos, un chico nerd que no tiene la fuerza de defender sus ideales, un idiota que se considera a si mismo la voz de los silenciados y una mocosa que los aguanta.
                   
Sin embargo, no es la extraña combinación de amigos como las ropas de la azabache lo que llama su atención. Sino aquel comportamiento insensato de uno de ellos. Negó con la cabeza para si mismo mientras pasaba otra vez el trapeador en la entrada escuchando la ruidosa conversación entre el idiota y la castaña que siempre está detrás de la rubia tonta.
                 
–¡Nadie te dijo que metieras tus narices en mis asuntos Eren!
                   
–¡Ymir! ¿Es qué no te das cuenta de que solo haces lo que ella te pide?
                 
– ¿Y eso a ti en que te afecta?
                   
–¡No puedes ser libre! – y ahí estaba otra vez, ese discurso ridículo sobre la libertad y el ganado. ¿Desde cuándo decidir cuál es el pensamiento correcto para otros es parte de la libertad?
                   
Se contradice a sí mismo con sus acciones y su palabrería, y él ya estaba harto de la misma cantaleta de niño chillón y malcriado, por suerte Levi sabía como detenerlo.
                   
–Mocoso. – llamo su atención con voz firme haciéndolo palidecer. – deja el maldito escándalo y ve a limpiar los baños del segundo piso. – algunos comenzaron a reírse mientras Eren refunfuñaba cosas inentendibles, aunque solo basto que Levi alzara la ceja para que todos se metieran en sus propios asuntos y dejaran a un lado sus estúpidas risitas. Vio al castaño marcharse cabizbajo con un balde en mano llevando los implementos que usaría para restregar gérmenes y limpiar mierda, se felicitó a sí mismo por hacerlo callar un buen rato.
                
Su vista de pronto se cruzó con la de cierta azabache de ojos plata, tal como otras veces solo era un fugaz momento y ambos seguían con sus asuntos, sin saber que ambos se preguntaban el significado de tan banal acto.
                  
Se desplazaba con su carrito de limpieza por los pasillos ya no tan concurridos al estar el grupo de debate reunido en la sala de conferencias. Ya que como si fuera mejor que el fútbol americano los estudiantes disfrutaban de los debates entre Darius, Shadis y Erwin. No porque aprender fuera su prioridad, sino que era entretenido ver a Zackly defender hechos aberrantes simulando ser un Hitler con aire de santa claus mientras que Shadis gritaba a todo pulmón en contra de esos actos inhumanos declarándose la tercera guerra mundial entre ambos, mientras que Erwin era como un mediador permaneciendo en un punto intermedio con un alto interés por los sacrificios.
                 
Le daba cierta gracia el pensar que siempre olvidaban que los que debían debatir eran los estudiantes y no ellos mismos. El escándalo era de tal magnitud que escucho como Zackly gritaba algo de los cerdos infelices y se lo imagino haciendo esa pose ridícula parado encima de la mesa estirando su dedo al cielo con aires de conquistador de lo que muchos estudiantes habían sacado sus tan llamados memes.
                
Levi en su humor negro penso que no estaría tan mal que grabaran él momento en que la mesa cede ante el peso de aquella bola de mierda, él mismo se encargaría de hacerlo viral. Paso por el baño al que había mandando al mocoso fastidioso a limpiar para ver como iba, por suerte para el castaño, no tuvo que corregir muchas cosas y pudo retirarse. El azabache volvió a andar por los pasillos esta vez percibiendo un fuerte olor a incienso desde una de las aulas.

–Ocultismo. – leyó en voz alta el pequeño letrero y deslizó la puerta, no se sorprendió al encontrarse con la mocosa y la rubia narizona que roncaba como si no hubiera un mañana.

Entre las escobas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora