Final de Skyrim 5

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Me marché a Carrera Blanca, no había ni imperiales ni capas de la tormenta, era una ciudad tranquila y sin muchos problemas. Ya había un mago en la corte, y no era yo mercenaria así que cuando le demostré a Arcadia mi talento, me dejó trabajar para ella como ayudante.

Buena parte de ese dinero iba para dormir en la taberna. Lo demás iba para mí pequeño negocio de encantamiento que puse en marcha con mis ahorros. Joyas, armas, armaduras. Todo se vendía bien, y me permitía no pasar hambre. Comerciaba con las caravanas khajita de madrugada cuando vimos un dragón merodear por una torre fuera de la ciudad, y a las fuerzas de la ciudad ir a por él. No sabe Lucia que yo vi a su padre ir con ellos, aunque no creo que él a mí, al igual que la vi de pequeña mendigando por la ciudad. No se acuerda porque en cuanto atacaron Carrera Blanca recogí mis bártulos y me mudé a Falkreath.

Falkreath era una ciudad más aislada, es cierto, pero encontré cierta tranquilidad allí. Hacía menos dinero, pero seguía con mis asuntos.

Yo toda ingenua, una noche, decidí darme un paseo por el bosque, para despejarme. Llevaba conmigo una conjuración para protegerme de las bestias. Había rumores de asesinos de la Hermandad y de hombres lobo, pero no vi alguno así que no le hice mucho caso. Subí a una colina, a ver el cielo nocturno. Ahí fue cuando pude contemplar la belleza de Skyrim en toda su expresión y cuando una flecha me rozó la nariz. Era un asesino del Morag Tong, de mi hermano. No sé si es que aún muerto querían cumplir con su contrato o si estaba vivo y aún quería eliminarme. Invoqué un atronach de hielo y huí con todas las energías que albergaba mi cuerpo. Justo enfrente mío se encontraba otro, al que le lancé un rayo y corrí en otra dirección. No sabía muy bien a donde, solo quería correr lo más lejos que pudiera. No era una dunmer muy atlética que digamos, y tampoco sabía luchar mano a mano. Usé el único recurso que tenía a mis manos, las conjuraciones como medio para distraerlos y con suerte matarlos. Tuve suerte de usar a mis atronach en el momento apropiado para deshacerme de ellos uno a uno hasta que no se dónde estaba ya. Me quedé sin energías y sin reservas mágicas. No llevaba comida encima, y solo llevaba la bolsa de oro que siempre llevaba encima para comprarme algo de camino. El Morag Tong probablemente ya habría encontrado mi alijo de oro, y tendrán vigilada mi casa.

–¿Qué hace el Morag Tong tan lejos?–dije en voz alta para mí misma.–No puedo tener un momento de tranquilidad, guerras, volcanes, nórdicos, dragones, y ahora esto. ¡Maldita sea! Pensé que mandaría a alguien de la Hermandad Oscura, no al maldito Morag Tong.

No podía dejar eso así, tenía que haber alguien encargado de matarme. Alguien que los tuviera organizados a los asesinos en el continente, alguien que los esté coordinando contra mí. Tenía que encontrar a dicha persona, pero no tenía ninguna pista. Podía huir de vuelta a Carrera Blanca, o a otra ciudad, pero tomé la más peligrosa de las decisiones en esos momentos. Volver a Falkreath, debía haber una pista allí. Alguien que supiera algo.

La guardia de la ciudad al reconocerme me quiso hacer preguntas. Al fin y al cabo, el ataque había sido hecho contra mi persona, pero cómo explicar todo el problema que hay detrás del ataque. Me senté en una silla y el tabernero local me sirvió aguamiel. Echaba de menos un buen sujamma en Luz Oscura, pero el aguamiel tendría que dar el pego.

–Los cadáveres de los asesinos están más lejos, por la colina. ¿Puedo preguntar si se han llevado algo de valor?

–Hay dejado alguna gema de alma, pero parece que se han llevado lo demás. ¿Hay alguna razón en concreto para que te ataquen?

–Es posible que me ganara algún enemigo en Morrowind, ¿Han hecho daño a alguien más?

–Han dejado malherido al anterior jarl, que está en la capilla de Arkay recuperándose.

Skyrim: Un Héroe CaídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora