Una silueta se hacía ver en el Valle Olvidado. La sombra verde de un orco, arqueé una ceja y observé cómo se aproximaba hacia el lago congelado. ¿Qué hacía nadie en este páramo olvidado por los dioses? Me miró fijamente y siguió caminando sin detenerse hacia mí hasta quedar justo debajo del lago helado. Lo rodeaba un aura poderosa. Usé el grito de poder de volverse etéreo, y caí de lleno en el lago sin hacerme daño. Desarmado, porque no traía armas y sin armadura. Su rostro me resultaba familiar, como si ya le hubiera visto antes, su cabeza estaba adornada por una corona de metal dwemer y engarzada de joyas y de aeterio. Sus ojos brillaban de un color azul igual que el aeterio en su viejo rostro. Vestía la misma armadura que vistió hace mucho tiempo, cuando quiso reclutarme para la Guardia del Alba.
–No te acuerdas, ¿verdad? ¿No me recuerdas?–dijo el orco en un tono recriminatorio.
–He conocido y matado a mucha gente, y entre ellos orcos, no esperes que recuerde todas las caras. Bonita corona, ¿eso es aeterio, verdad?
–Soy Durak, de la Guardia del Alba. por siempre me perseguirá el momento en el que te llamé para formar parte de la Guardia del Alba.
– Nunca he olvidado ese momento, me dejé llevar por el poder y la ambición pero me pudo el poder que prometía la sangre antigua de Harkon. ¿De dónde has conseguido ese artefacto dwemer? ¿Lo has buscado expresamente para enfrentarte a mí?
–Necesitábamos algo que pudiera enfrentar a un Sangre de Dragón viejo y veterano. A pesar de lo que puedas pensar, quiero que sepas que esto lo hago por Isran.
–Lo entiendo, lo maté y no le permití tener una muerte digna, siempre supe que algún día me llegaría el juicio por mis acciones. Me honra que seas tú quien imparta justicia, pero no dejaré que me lleves sin resistencia.
–No esperaba menos del Dovahkiin que abatió a Alduin.
Invoqué una armadura digna de un dragón sobre mi cuerpo, con un grito de Miraak, y una espada forjada con metal y magia, que aparecía a mi voluntad. Todo esto con Durak esperando que me prepare para luchar. Puse mi arma en posición y grité.
–WULD NAH KEST.
Embestí a Durak con la furia del viento, se protegió con su espada, y me alejó de una patada. Cargué la espada con magia y ataqué con la fuerza de un dragón. Los ataques que a un enemigo cualquiera lo hubieran lanzado bien lejos, a él apenas le hacían retroceder. Era una muralla inamovible, repetía el mismo grito una y otra vez buscando una ventana de oportunidad, me quedaba cerca pero conseguía pararme. Viendo que tenía una gran estabilidad, usé otro grito a mi disposición.
– TIID KLO UL.
El tiempo se ralentizó y no me demoré en atacar mientras él no podía ni reaccionar, pero antes de poder acercarme, la corona se activó y Durak atacó como si el grito temporal no le afectase a él en nada.
–Tu hija adoptiva y su novia la hechicera dunmer se nos adelantaron, o eso pensaban, la búsqueda del aeterio nos hubiera llevado años con las pocas pistas que nos quiso dar Calcelmo. Dejamos que ellas se llevaran los artefactos, son buenas he de reconocerlo, Sangre de Dragón.
–Mi hija siempre ha sabido elegir bien a sus aliados. Me alegra que eligiera a Tarindrella.
–Soy el último Guardia del Alba.Casi me llevé por delante a tu única hija. Menuda satisfacción hubiera sido erradicar a esa vampira.
Retrocedí unos pasos y vigilé bien los movimientos del orco. Portando la corona esa supera mis capacidades.
–No me creo que el legendario sangre de dragón no vaya a dar más guerra.
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Skyrim: Un Héroe Caído
FantasiaFue profetizado en las legendarias historias nórdicas que un Dovahkiin, un Sangre de Dragón emergería de las tinieblas para salvar a Tamriel del primogénito de Akatosh, Alduin. Más de una década ha pasado desde entonces, y desde su vampírica caída p...