CAPITULO 08

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ABIGAIL

Dejo entreabierta la puerta de la habitación, me quito los tacones quedando con menos altura, continuo con el vestido dejándolo caer al suelo y me acomodo el cabello antes de subir a la cama.

Me detallo las uñas pintadas de rojo escarlata, mientras espero, pienso en eso maravilloso que Pierce tiene que contarme, bueno, es maravilloso para mi, aunque dudo que lo sea para la relación que se esta formando.

No puedo dejar de sonreír y ese gesto se agranda cuando siento la yema de unos dedos acariciar desde mi femoral hasta mi glúteo, juega con el borde de mi braga de encaje.

Sus penetrantes ojos azules se encuentran con los míos en el momento que lo miro sobre mi hombro, deja de tocarme, así que cambio de posición dejando mi espalda sobre el colchón, para así mirarlo bien.

—¿Que te tiene tan feliz?— se quita el saco y se sienta a mi lado.

—¿Me creerías si te dijera que me pone feliz verte?— medio sonríe.

—No.

—Entonces si eres inteligente— suspiro —Hoy tuve un buen día y ayer también.

—Cuéntame— miro al techo.

—El club me relajó, recibí la llamada de un amigo que extrañaba, cosas que ponen feliz a cualquier chica.

No puedo dejar de pensar en Pierce, en lo que está investigando.

—Pero tu no eres cualquier chica— lo miro.

—Tienes razón— juego con sus dedos hasta llegar al anillo que adorna al anular —Así como tú no eres cualquier hombre.

Tomo su mano para jalarlo hacia mi, sus labios se juntan con los míos, se acomoda encima mío y posa sus manos en el colchón, a cada lado de mi rostro para sostenerse, mientras que las mías se entrelazan detrás de su cuello.

Él es el único hombre que me ha excitado sin la necesidad de que tenga que pensar en otros ojos azules para poder lograrlo, y es que un hombre con poder y que lo emana, excita a cualquiera.

Ninguno de los dos nos conocemos tanto a pesar de que ya lo hacemos, somos casi iguales, reservados, misteriosos, pero existe ese casi, ese que ambos hacemos.

—Ya quería tenerte así— desabotona su camisa con una habilidad que me deja en claro que es verdad lo que dice.

—Me has tenido mucho estos días— desabrocho su cinturón y sigo con su pantalón.

—Esa es la razón, ya se me está haciendo costumbre— sonrío.

En menos de lo que cualquiera podría, ya estamos desnudos en la cama, mis piernas abiertas para el y el entre ellas, con ese vaivén dominante que me excita y me hace querer más.

Lo empujo para ahora quedar encima suyo, sus manos recorren mi cintura mientras yo me muevo, aprietan mis tetas y luego mi cuello, continuo meneándome mientras sus manos hacen más presión.

Me excita aún más.

Cierro los ojos al sentir el orgasmo cerca, las manos del hombre debajo de mi me aprietan más y solo bastan algunos segundos para que gima su nombre al llegar al orgasmo.

Cuando el llega me jala hacia el y me besa, así duramos algunos minutos hasta que me bajo de encima suyo.

—¿Que es lo que te tiene tan feliz?— pregunta cuando sale del baño.

—Es cosa mía— respondo mientras comienzo a vestirme al igual que el.

—Sabía que no me lo dirías— me miro al espejo para retocar mi maquillaje.

Peligrosa obsesión | Henry Cavill Donde viven las historias. Descúbrelo ahora