𝐋𝐞𝐨

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-La Abuela y yo somos tu familia! ¡Y no esos amigos imaginarios!-

Las palabras de su hermano no dejaban de resonar en su mente. Los sentimientos de rencor y aborrecimiento que creyó había sepultado hacía tantos años, por fin resurgían y bullían con fuerza en su interior.

¿Cómo se atrevía a insultar a sus amigos? ¿Cómo se atrevía siquiera a referirse a si mismo como su familia, cuando el mismo lo había insultado y golpeado hasta el punto de hacerlo llorar todas las noches, rezando en silencio por un solo amigo?

¿Ahora sí, no? Ahora que ya no lo necesitaba y podía valérselas por si mismo como un niño grande, ahora que ya no se asusta con nada y no le tiene miedo a la muerte, ahora resulta que si lo quiere.

Pues bien, ya era demasiado tarde. Por fin había conseguido una familia nueva. Una que lo aceptaba y amaba tal y como era, con todos sus defectos. Que lo respetaba y apoyaba en todas sus locuras. Una que lo tomaba en serio, que sabia por todo lo que había pasado y que lo entendía.

Y ahora venia el, con toda su arrogancia y egocentrismo a quitársela? Pues no. No se dejaría engatusar tan fácil. Sabía que algún día debía regresar, aunque fuera solo para ver a su abuela una vez más. Ella había sido la única que lo había respetado y tratado como un ser humano en todo aquel maldito pueblo. Jamás se burló de él y le creyó cuando le revelo que podía ver fantasmas.

Su abuela y su nana eran las únicas personas en todo el mundo que lo quisieron sin importar que, y por ello era por lo que debía regresar. Se los debía.

Pero a él? A él jamás le importo. Sabia que todo el pueblo lo odiaba y aun así jamás movió ni un dedo para defenderlo. Solía llamarlo inútil, cobarde, perdedor. Ayudaba a todos los demás niños a molestarlo, gastándole bromas pesadas que lo dejaban llorando por semanas. Cuando comenzó a mostrar signos de tartamudez, en lugar de ayudarlo a articular mejor o buscar cualquier otra solución, se burló durante años.

Que clase de hermano mayor era ese? Él era lo único que tenia en el mundo, alguien a quien se supone debes admirar y venerar. Pero el no se lo merecía. Lo había abandonado desde que era tan solo un niño.

Intento perdonarlo. Muchísimas veces, mas de las que recuerda. Pero simplemente no podía. ¿Por qué tenía que perdonarlo? Él era el mayor, sabía lo que hacía. ¿Por qué debería dejarlo ir si es el quien merece una disculpa? Por soportar tantos años de abuso y maltrato.

-¡Eres un maldito! -Leo alzo su brazo mientras cerraba su mano, preparándose para dar un golpe- Y sabes qué? Ya no soy un niño pequeño, estúpido hipócrita!

-¡¿Hipócrita yo?!- Nando cruzo sus brazos para menguar el impacto-¡La abuela te necesitaba! Si realmente querías ayudar, debiste haberte quedado!

-¿!Quedarme a que, Fernando!?-a Leo se le quebró la voz, y su respiración era desigual-¿A que me llamaras bueno para nada toda mi vida? A que todo el pueblo se burlara de mí? O tal vez para que yo cuidara a la abuela mientras tu seguías de desobligado por la vida!

A Leo le resbalo una lagrima por la mejilla. Odiaba sentirse así, tan débil e indefenso. Sabia que estaba cometiendo un error, que Nando utilizaría su llanto en su contra para recriminarle que seguía siendo un mocoso inmaduro que solo servía para llorar.

No era la primera vez que peleaban, pero nunca habían llegado al punto de llorar. Estaba harto. Hacia semanas que no había noticia de sus amigos, y era en momentos así en los que realmente los extrañaba. Siempre sabían como hacerlo sentir mejor. Y sin embargo, aquí estaba, atorado en un pueblo en medio de la nada junto con el patán de su hermano.

Mexican Dream ୧ ‧₊˚ ☁️⋅♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora