𝐂𝐡𝐢𝐦𝐨

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Era el peor día de su vida.

Chimo no quería aceptarlo. Sabía que sucedería tarde o temprano, pero tenía la esperanza de que ocurriría algún milagro y su mamaíta se curaría, y entonces él y su hermana podrían vivir una vida normal al lado de su madre. Pero no sucedió, y hoy por fin su madre había dado su último aliento, dejándolo solo con promesas vacías y haciéndole prometer que cuidaría de su hermana.


Se sentía tan pequeño. No sabía qué hacer. Su madre era todo lo que tenía, y cuando esta cayó enferma de pronto tuvo que hacerse responsable de un millón de cosas a la vez. No tenían dinero. Ni siquiera podría darle un entierro digno a su madre, y ahora, tampoco una vida digna a su hermana.

Chimo sintió como se le venía el mundo encima, todos los problemas que trato de ignorar durante tanto tiempo por fin lo habían alcanzado y él no tenía la fuerza necesaria para enfrentarlos. Su hermana, su madre, el dinero, la casa, la comida. ¿Cómo iba a proteger a su hermana si ni siquiera podía hacerse cargo de sí mismo?

Su vista se nublo, y cada vez le costaba más y más respirar. Su cabeza daba vueltas y le dolía la cabeza- No. No podría dejarse superar por la situación. Tenía cosas más importantes que atender.

Debería llamar a un padre para que pudieran despedirla y enterrarla. debía conseguir dinero para el ataúd y los rezos, debía explicarle a su hermana la situación. Tendría que conseguir un trabajo, pronto, o no tendrían para comer la próxima semana. Debía limpiar el cuarto de su ahora difunta madre y separa lo que podía usar de lo que vendería.

Haciendo una lista mental de todos sus pendientes, y con todo el dolor de su corazón, fue al cuarto donde su hermana para hablar con ella.

···

Años más tarde, por fin había logrado estabilizar un poco su situación. La muerte de su madre aun le ardía en el pecho, pero había conseguido un trabajo decente como mozo en la casona de los Villavicencio, por lo que tenía una fuente segura de ingresos y podía conseguir casi suficiente comida para los dos.

Gracias a dios, su hermana era la persona más dulce en el mundo, siempre sonriendo y manteniendo un buen ánimo pese a que su vida fuera difícil, por lo que Chimo siempre tenía una razón para levantarse de la cama y trabajar sus infernales jornadas laborales.


Pero durante las noches, cuando su hermana dormía y no podía escucharlo sollozar, se preguntaba en silencio si sentiría algún remordimiento hacia él. O hacia su vida en general. No podía darle la vida que se merecía. Ni siquiera podía pagarle ropa bonita, como los vestidos que usaba la Niña de La Casona, de hermosos colores y texturas. La inseguridad lo carcomía por dentro, y aunque intentaba mantenerse fuerte por su hermana, cada vez encontraba más y más difícil abrir los ojos por la mañana.

Tenía hambre y estaba cansado. El cuerpo le dolía de limpiar aquellos malditos pasillos cada día, poniendo platos y cubiertos en una mesa que el jamás podría pagar. Incapaz de conseguir un mejor trabajo debido a su etnia y edad.

No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, no sabía cómo cuidar de su hermana. Junto con las cuentas, su madre se llevó a la tumba todos los secretos para criar a otro ser humano. No sabía que podía alimentarle y que no, o como reconocer cuando estuviera enferma. Había noches en las que estuvo a punto de dejarla en la puerta de la iglesia esperando que le dieran una vida mejor que la que el jamás podría ofrecerle, e incontables veces lloro mientras intentaba calmar su llanto.

Sabía que las demás personas lo juzgaban, murmurando chismes a sus espaldas, y dándole miradas llenas de odio y repudio a lo lejos. También había escuchado a las demás madres del pueblo hablar mal de su madre múltiples veces. Y Chimo estaba dispuesto a soportar todo eso. Lo soportaría mil veces más si con eso podía proteger la hermosa sonrisa de su hermana.

Mexican Dream ୧ ‧₊˚ ☁️⋅♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora