Capitulo 4

4 1 0
                                    


- ¿Y ahora a por quién vamos?- Le pregunté cambiando de tema para poder avanzar.

- Aristeo, debe estar en su templo en los campos elíseos si tenemos suerte, no suelo ir mucho a verle a sí que como no esté ahí no sabría que decirte.- Confeso Apolo.

- Bueno habrá que intentarlo, llévame a los campos elíseos.- Pose mi mano sobre su pecho acercándome a él.

Mientras le miraba el encarno una ceja.

- ¿Cómo se dice?- me vaciló

Aquello hizo que saliera mi vena contestona.

- Por favor Papi, llévame a los Campos elíseos.- Le dije poniendo la voz más dulce que pude.

Parece que algo de lo que dije surgió un efecto en él ya que sus grandes manos se posaron en mi parte baja de la espalda y me acercaron peligrosamente a él, dejando que acercara su boca en mi oído.

- Lamento decirte, que no me follo a mis hijas.- Me susurro con voz ronca en el oído.- Pero si las castigo, cuando se portan mal.- sentí como su mano bajó a mi trasero y apretó el lado derecho bruscamente, a la vez que sentía en mi vientre su pronunciada erección.

- No calientes lo que no te vayas a comer.- Le reté, y sinceramente me arrepentí al momento de decirle eso, ya que otra vez me estaba distrayendo.

Le mire a los ojos, y sentí que me su mirada me quemaba, involuntariamente pase mi lengua por mis labios humedeciéndolos, haciendo que su mirada bajara a mis movimientos y antes de poder decirle nada, tenía sus labios devorando los míos.

- Lo siento mucho Dios.-Pensé en ese instante por no poder ir en contra de la lujuria.

Pero en el momento en el que parecía que el beso se calentaba más, una imagen de mis hermanos Miguel y Gabriel se me vino a la mente, y muy a mi pesar tuve que alejarme de Apolo entre jadeos intentando recoger un poco de aire en mis pulmones, ya que aquel beso había robado parte de mi aliento.

- Tenemos que continuar buscando a los semidioses.- dije con dificultad, sintiendo que bajo mis manos, su pecho subía y bajaba rápidamente por la misma falta de aire que tenía yo.

- Agárrate.- Me dijo antes de volver a hacernos desaparecer.

En ese momento aparecimos enfrente de una cabaña de madera, nada más mirar a la puerta, nos llevamos la sorpresa de ver a alguien saliendo de ella, esta vez era un hombre alto, llevaba la típica ropa de leñador, ya sabéis camisa de cuadros roja, pantalón color marrón, Llevaba su larga melena castaña oscura en una coleta baja y tenía una tupida barba algo descuidada, en sus manos llevaba lo que parecía una escopeta.

- Vaya vaya, Que raro que vengas por aquí Apolo.- Habló el hombre asombrado de vernos allí.

- Hola Aristeo.- Saludó Apolo a su hijo

Me di cuenta que no tenían la misma relación que tenían Asclepio y Apolo.

- ¿Qué quieres, estaba a punto de irme a cazar?- dijo alzando la escopeta que llevaba en la mano.

- Lamento decirte que no puedes.- Le contestó Apolo.

Aristeo arqueo una de sus gruesas cejas y apoyo su peso en una de sus piernas.

- ¿Cómo dices?- Dijo incrédulo Aristeo.

- Tu padre, o Apolo tiene razón Aristeo, no puedes irte de aquí, estas en peligro.- intervine yo.

Después de que me fulminara la mirada del hijo de Apolo, le conté que estaba pasando y parece que entro en razón.

- Por favor quédate aquí hasta que te avisemos.- Le pedí a Aristeo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 29, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El fin de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora