Capítulo XI. Cantidades Industriales De Alcohol.

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   A Muriel en todo este tiempo no se le había cruzado por la mente cuestionar la razón de mandarla a comprar alcohol a The Dirty Donkey en lugar de simplemente aparecerlo con un milagro demoniaco como hizo aquella vez con las biblias que ella les había obsequiado a aquellos obispos, sin embargo, si alguna vez se lo llegaba a preguntar a Crowley este solo le respondería que ella debía obedecerlo sin cuestionar. Pero el demonio lo haría no solo para evitar darle explicaciones a su asistente sino para no tener que admitirlo consigo mismo a pesar de era bien consiente de lo que hacía y no podía evitarlo de ninguna manera. En el momento en que Muriel salía a conseguir su licor y estaba alejada lo suficiente de la librería Fell, Crowley aprovechaba ese tiempo para gritar con todas sus fuerzas, y no era que el pequeño ángel no lo hubiese escuchado gritar antes de frustración, de enojo o hasta por una rabieta (lo que era una actividad bastante usual en él) pero el grito que profesaba cada día sin falta desde que Aziraphale se había ido al cielo en los últimos siete meses era de dolor. Un grito desgarrador de un enorme dolor proveniente de su corazón herido por la partida de su ángel.

Crowley había creado de manera inconsciente una rutina en la que incluía alcohol, gritos y más alcohol. Solía ser de esta manera:

Al amanecer, Crowley salía de la trastienda a rastras a causa de su ebriedad hacía su sofá especial, aquel que estaba detrás del mostrador junto a la ventana, el mismo en el que Aziraphale se acomodaba para leer en su tiempo libre, abría un par de botellas de su reserva especial, porque sí, tenía muchas botellas de licor ocultas y muchas más a plena vista por toda la librería, bebía hasta la última gota sentado en su sofá junto a la ventana que daba a la calle principal, admirando la vista. A medio día le ordenaba a Muriel que fuera al pub de enfrente a conseguir más licor y cuando el pequeño ángel estaba dentro de ese lugar era cuando Crowley aprovechaba ir a la trastienda para gritar todo el dolor que su pecho acumulaba día tras día por la falta que le hacía Aziraphale. Se detenía cuando sentía a Muriel regresar y era cuando volvía a su sofá favorito a seguir beber el alcohol que Muriel traía consigo. En la tarde ates de que terminara por completo el alcohol de su última botella volvía a mandar a Muriel al pub por más alcohol. Otro viaje a la trastienda. Otro grito de dolor. Más alcohol. Continuaba bebiendo toda la tarde hasta que volvía a terminarse, otro viaje de Muriel a el pub de enfrente. Otro viaje a la trastienda. Otro grito atroz. Más alcohol. En la noche al cerrar la librería se iba a la parte de atrás a seguir bebiendo el alcohol del último viaje de Muriel al pub, terminaba un par de botellas de alcohol en silencio tratando de sedar su dolor y cuando ya no podía más terminaba por caer en el suelo totalmente inconsciente en esa helada habitación. Al recuperar el conocimiento, pero aún ebrio, se arrastraba hasta su sofá para continuar bebiendo y el ciclo se repetía.

'Cantidades industriales de alcohol' decía riendo al sentarse iniciando un nuevo día después de arrastrarse desde la trastienda hasta su sofá para empezar a beber las botellas que le faltaron la noche anterior. Cantidades industriales de alcohol era lo que entraba en su cuerpo cada día sin darle tiempo a su cuerpo de recuperarse o siquiera de tener resaca pues para sufrir una resaca primero se debe dejar de tomar.

Este día en particular Crowley no percibía nada fuera de lo común, la razón por la que se permitía sacara sus emociones de dolor reprimidas era porque n quería tener otra explosión como la de su apartamento, sin embargo, era justo lo que iba a suceder hoy. Mientras el ángel estaba fuera y Crowley se dirigía a la trastienda a desahogarse como de costumbre sintió lágrimas rodando por sus mejillas antes de que cruzara la puerta tomándolo por sorpresa, casi corrió para encerrarse al darse cuenta de que se avecinaba una explosión.

Al azotar la puerta detrás de él, un grito atroz salió sin aviso desde el fondo de su pecho provocando que el hombre pelirrojo sintiera un horrible escalofrió recorriendo su espalda. Su garganta se sentía desgarrarse y su cuerpo temblaba sin control mientras lloraba amargamente. El dolor que sentía era tan agudo que cada vez que gritaba sentía que no podría detenerse antes de que Muriel volviera. Su grito era tan poderoso que sentía que todo el Soho, que todo Londres, que todo el universo podía escucharlo. Le avergonzaba, pero no podía no hacerlo pues sentía que se partiría en dos sino lo sacaba de su sistema. Aún sentía cuchillas afiladas enterrándose en su alma y desgarrando su corazón haciéndolo sangrar sin control y drenando esa sangre por sus ojos al llorar. En el fondo de su ser, estaba aterrado de que este fuera el día en que ese dolor fuera tan insoportable que no pudiera dejar de salir convertido en gritos y llanto incontrolable y que durara eternamente, que este era el día en el que su autocontrol le abandonaría y Muriel lo escucharía al volver y sentiría lastima por él. La simple idea le asqueaba. Pero no tanto como la idea de que ese ángel le dijera a Aziraphale de su sufrimiento y este se burlara, prefería morir antes de que eso sucediera.

Dios No [#IneffableHusbands]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora