Capitulo 3. "Ironía."

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La luz entraba por la habitación, llenando de claridad cada rincón de esta, sentada en el borde de la cama con la suciedad de la vida ajena en mis manos, viendo con pérdidez al cadaver de la mujer, sus dientes sobre salidos, sus pómulos florecidos, sus huesos ruñidos con la marca de mis dientes en el blanco de su hueso, sus ojos desorbitados, expulsados, descansando en lo que quedaba de sus mejillas, su mentón destrozado, y su cuello relamido, con mordidas profundas en su piel.

Que jodido espectáculo.

Levantaba mi cuerpo sudoroso y sucio, caminado hacia al baño, tomando con mis manos el agua de la tina, lavando mi rostro quitando toda mancha de sangre espesa y seca de mis labios, mejillas, mentón y cuello, tallando con fuerza mi pecho quitando las gotas escurridas secas de la sangre, lavando mis manos y dejando el agua en su tono rojizo más vibrante, volviéndola densa.

Tomaba un trapo seco y secaba mis manos y cara, saliendo de la ducha, vistiéndome, fajando en mi pantalón de cuero, mi camisa blanca con botones pequeños, colocándome mis zapatos, tomando mi espada enfundadola, tirando el trapo en el suelo cerca del cadaver, abriendo la puerta de mi habitación, sintiendo el aire pasar por mis mejillas al abrir las dos puertas y ver el interior de mi pasillo viendo a mis sirvientes con el rostro bajo.

-Buenos dias mi Señora-. Mencionaba uno de los sirvientes.

-Ustedes dos, encárguense de limpiar mi habitación-. Los miraba, mientras me apartaba de la puerta, levantando ellos su mirada observando el cuerpo sin vida de la mujer, haciendo gestos de intolerancia, asco, intentando ocultar arcadas.

Caminando hacia las escaleras, hacia mis pasos pesados al bajar, escuchando el hueco de la madera, cada vez que bajaba más los escalones, mis ojos se dirigían ala pequeña multitud en la sala de estar.

-¡Mi Reina!-. Elizabeth corría hacia a mi abrazándome fuerte, tomándola de la cintura y cargándola, dando un pequeño giro sobre mi eje.

-Que hermosa se ve esta princesita-. Sostenía su pequeño trasero, en mi brazo, mientras sus manos abrazaban mi cuello.

Clap clap

Unos aplausos tomaban el silencio de la sala, volteaba mi mirada, notando la figura de una mujer.

-¿Estas feliz, con lo que has hecho Amalia?-.

-Cállate, no quiero oírte Olivia, ¿a que viniste a mi castillo? ¿A criticar a tu reina?-. bajaba a Elizabeth de mi regazo, caminando con euforia, y poniéndome en el frente de ella.

-Yo tambien soy princesa de este Reino Amalia.-. Olivia era mi hermana tan solo por dos años de diferencia la hacia ser la menor para mi. Su actitud recta y noble nublaba mis razones cosa que hizo alejarse de su hogar, casándose con un hombre rico del país.

Un silencio

-Elizabeth, ¿por que no vas a jugar en el jardín?-. Volteaba a verla, tomando sus delgados hombros, mostrándole una sonrisa, mi hermanita asentía abrazándome con fuerza y corriendo ala par con su cuidadora.

Ira

Odio

-¡Deja de ocultarle a Elizabeth lo que eres, muéstrale el monstruo que tienes por dentro!-. Olivia se acercaba a mi, con su vestido ostentoso, con perlas puras, e hilos de oro y plata, realzando su poder, poder que no tenía.

-¿Quien eres, para venir a mi reino, fastidiando a tu reina?-. Mi voz se elevaba, haciendo detener a Oliva. -Yo soy tu Reina-.

-Eres mi hermana Amalia-. suavizaba su voz, quedando a unos pasos de mi.

-¡SOY TU REINA!-. Gritaba sintiendo el ardor en mis cuerdas vocales -¡DEJE DE SER TU HERMANA EL DIA QUE ME DIERON EL TRONO!-.

-Trono que no merecías Amalia, mamá no estaría feliz con esto-.

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