Capitulo 7. "Una Mala Reina"

60 2 32
                                    

La noche se volvió un tormento eterno para mi mirada, todo terminó siendo quemado en fuego, convirtiéndose solo en carbón, en cuerpos calcinados por la llamarada, siendo solo unos cuantos los que tuvieron la piedad de vivir la vida como esclavos.
Deseaba la muerte, mi vida era prestada, fui obligada durante el velo de la noche, ver como los hombres se convertían en bestias, comiendo el cuerpo de mi pequeña Elizabeth, mientras reían, cantaban, y follaban el cuerpo frío de ella, desfigurando su piel, siendo llena de semen de cualquier perro que apetecía sacar su placer en la muerte ajena.

El sol quemaba mis mejillas rosadas, la sed, el hambre, eran nuevas sensaciones en mi cuerpo debilitado, levantaba mi vista al cielo, calando la luz en mis pupilas oscuras enchinando mis ojos amoratados por los golpes. Sentía mis pies temblar y mis rodillas fallar, quedando quieta por un momento, mirando a mi alrededor, siendo jalada por mi cuello por esa cadena que brillaba como plata por el sol caliente y abrasador.

-¡CAMINA PUTA!-. Jalaba el soldado la cadena, tropezando con mis pies descalzos sintiendo las piedras del camino arder como brasas calientes.

Filas, y mas filas de soldados enemigos de estos reyes estaban a mi espalda, cada rey iba al principio de las formaciones en sus caballos dotados y fuertes, y atrás de cada rey iba su soldado al mando de sus tropas.

-¡DETENGANSE!-. Gritaba el Rey Ciro, deteniendo asi con solo su grito al poder, todas esas largas formaciones de enemigos, deteniendo su andar y sus caballos, elevando los estandartes de cada reino. Daba vuelta en su caballo pidiendo al solado la cadena, tomando la  entre sus manos.

-Que hermosa se ve hoy Reina Amalia-. Reía, bajando su mirada a la mía.

No me apetecía hablar, ignorando sus palabras.

-¿Va ignorarme? ¿Después de traerla en la primera fila como la Reina que es?-. Jalaba con su mano la cuerda, sintiendo el ahogo en mi garganta.

-Amalia..¿acaso quieres que te meta alas jaulas con los prisioneros? ¿Para que te coman viva?-. Su voz ronca madura, me hacía sentir temor, volteando mi mirada para no sentir el miedo provocar mis instintos.

-Mátame, ya tienes lo que quieres, ya Grecia te pertenece, ¡Mátame!-. Mi rostro se tensaba.

Y Ciro solo sonreía.

-En Roma perecerás, maldito Anticristo-. Escupía al suelo, maldiciendo con sus palabras ala tierra de Grecia, dandole el poder de la cadena alas manos de su soldado.

Andando por dias.

Era largo el camino, sentía el aire salado pegar en mi piel, nos estábamos acercando al mar, cada vez eran mas mis tropiezos siendo arrastrada por trayectos cortos por el suelo, rasguñando mi cuerpo, sintiendo la incomodidad de mis huesos. La noche caía, y la luna era la luz de los millares y sus reyes.

-Tengo sed-. Pasaba mi lengua seca entre mis labios partidos.

-¿Qué dijiste?-. Volteaba la mirada del soldado hacia a mi.

-Agua-. Miraba con mis ojos cansados, esa bolsa de cuero con agua fresca. Deteniendo su caballo, riéndose entre sus compañeros.

-¿Quieres agua maldita perra?-. Bajaba de su caballo, tomando la cantimplora de cuero en su mano izquierda, moviéndola hacia los lados.

-¡Oiga mi señor! La zorra del Diablo quiere agua-. Mofaba el soldado de Ciro, quien era su mano derecha.

-Dale agua-. Ordeno Ciro.

-Claro que le daré agua-. Reía el soldado, tomándome de mi hombro haciéndome caer al suelo en mis rodillas ensangrentadas, bajando el pantalón, haciendo aun lado los nudos de la armadura, sacando su sexo flácido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 03, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

PIEDAD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora