Lo que se siente sobre lo que se dice:

156 5 0
                                    

Antes de empezar, primero lo primero: Comprensión.

Colocar la cabeza entre las piernas.

Poner las manos en el pecho.

Cerrar los ojos, o abrirlos.

Intentar respirar una vez, así, despacio, pero muy lento.

Exhalar y dejar ir o intentar liberar la presión en el estómago.

Dolor, entumecimiento y vacío.

Sentir una profunda grieta en la zona centro del tórax.

Idear sin filtro, sin detenimiento, así de constante e insistente.

Intentar despojarte de tu cuerpo.

Respirar.

Respirar.

Respirar.

Todo viene de nuevo.

Respirar.

Respirar.

Respirar.

Una vez me dijeron en clases de literatura:

Cuando escribas háblale a una persona en tu mente, no te detengas a significar una frase a tus lectores, sino a esa persona en tu inconsciente.

No lo sé, si me dedico a hablar a algo sin existencia pasaré a construir la mecánica de los creadores de libros de autoayuda: no me voy a dirigir a nadie realmente.

Y yo deseo hablar contigo.

Tú, mi querid tú, mi personita ansiosa.

Quiero hablarte de un montón de cosas en torno a mi vida sin necesidad de compararnos. Lo hago porque ya no me gustaría pensarte como una persona perdida y encapsulada por algo tan común como lo es la ansiedad.

No tienes idea de la cantidad de seres de luz cuya vida se ve interrumpida u oscurecida por esta patología, sin embargo, estos seres han de sacar su propia luz a costa de cualquier dolor, miedo, trauma, idea y realidad.

Ya no estés en batalla contigo, es tiempo de abrazar tu historia, entregársela a un ser divino si eso sientes prudente, y renunciar a ella, es tiempo de construir un nuevo camino.

No tengo poca idea de lo cuán complicado puede llegar a ser el reiniciar tu vida así como si nada, y te puedo decir cómo se siente cuando consigues hacerlo. Pero, a veces, no sirve de mucho formar parte de ese montón de autores que sólo buscan una cosa en común: generar ingresos a costa de lo que nosotros sentimos.

Soy una persona ansiosa desde que casi tengo uso de razón y, aunque al principio no sabía sobre mi ansiedad, aprendí a cómo vivir con y sin ella. Porque claro, un secreto a voces que todos los ansiosos decidimos ignorar es el divertido hecho de intentar librarnos siempre de nuestra ansiedad y cuando finalmente conseguimos tratarla, abordarla y domesticarla, extrañamos un poco esa tóxica sensación que describo al inicio. Sí, sabes que sí la echamos de menos y la buscamos.

Pero la finalidad de este capítulo no es recordarte o echarte en cara lo tramposos que somos, o por lo menos las trampas a las que de vez en cuando yo acudo. La intención más bien es brindarnos un poco de auto respeto y propagar la voz y la idea interna que hoy voy a dejar gritar:

¡Ya basta!

Sí. Estoy cansado de estar cansado y de que la idea estúpida de una persona ansiosa consista en el cliché absurdo de un ser humano incapaz de coexistir. Por favor, así no es como sucede realmente. Más bien, la cultura ha reducido los campos de apoyo y ha formado una apertura de rechazo, ha fomentado la idea del pobrecito ansioso y nos la hemos tragado todos, sí, hasta nosotros.

A MÍ TAMBIÉNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora