Marizza: ¡Pablo!.- Llamó de manera berrinchuda a su alfa, hizo un pequeño puchero cuando éste tardó en llegar hacia donde ella estaba.
Era uno de esos días en donde no le daban ganas de hacer nada y solo se la quería pasar en su nido acostada, pero también siendo atendida por su alfa y tenía hambre.
Pablo: ¿Qué necesitas?.- Preguntó en cuanto llegó, entrando casi a tropiezos al cuarto, sabía que era mejor no hacer esperar a su Omega.
El rubio se acercó a su omega en las pieles, para después sentarse en la orilla de éstas, ella se acercó al rubio para abrazar y recostarse en uno de esos musculosos brazos alzó su rostro para mirarlo con sus ojos grandes, brillando en inocencia fingida.
Marizza: El cachorro tiene hambre y quiere comer cerdo.- Ronroneó mientras trazaba círculos sobre la piel del rubio suavemente.
Pablo solo río, amaba la mandona y linda que podía ser su Omega, una que podía bajarle el cuello fácilmente si lo hacía enojar de verdad.
Haría cualquier cosa por ella, aún si pudiera morir en sus garras en un instante quizás por eso era que la amaba, le gustaba esa fiera bajo toda esa linda fachada.
Pablo: ¿Seguro que es el cachorro que lo quiere?, yo creó que alguien solo anda de glotona.- Se movió haciendo que su Omega quedase bajo su cuerpo, aprender su idioma fue mejor de lo que hubiera imaginado, ahora podía saber y entender todo lo que quería su pequeña.
El rubio sabía que estaba jugando con fuego, pero por una mierda que le encantaba, quería hacerlo, ver esa carita enojada que le encantaba aún si se pudiese ganar un golpe en la entrepierna.
Marizza: Te digo que es nuestro cachorro, no yo.- Hizo un puchero involuntario, era a medias que mentía, le gustaba tomarse un par de lujos ya que estaba en cinta.
Tenía ganas de comer alguna carne fresca, pero no precisamente tenía que ser de cerdo, le miró con sospecha, pero al final cedió, sabía que no podría decirle que no.
Pablo: Bien, lo haré, pero eso te costará algo después.- Se acercó al rostro de su Omega para devorar sus labios, ella gimió bajito contra la boca del mayor, metiendo sus dedos entre esa cabellera rubia para atraerlo más hacia ella.
Después de ese beso fogoso, Pablo se fue y Marizza solo se quedó en el nido de pieles con la respiración agitada, fue como una pequeña venganza del alfa y lo sabía, dejarla así con ganas de más.
Marizza: Pablo malo.- Murmuró haciendo otro puchero, agarró las pieles para arroparse bien y ronronear mientras se frotaba contra ellas.
El olor de su alfa estaba en todas partes, fresco y delicioso entre la suavidad de su lecho, era como un mini paraíso para estar allí se movía con cuidado para no aplastar su pequeño vientre abultado, buscó la mejor posición cómoda para poder dormir y bostezó llena de sueño.
Lo hubiese hecho, pero la puerta de su habitación fue abierta bruscamente por cierta Omega de cabellos rubios, quien lloraba a mares.
Mía: ¡Marizza!.- La castaña se levantó rápidamente de su puesto para ver a su amiga bañada en lágrimas, una fuerte aura de tristeza le rodeaba, haciéndole pensar lo peor.
Marizza: ¿¡Qué ocurre!?, ¡¿Estás bien, el cachorro lo está!?.- Preguntó alarmada, se acercó a su amiga quien se echó en sus brazos.
Mía: ¡Fue Manuel!.- Exclamó, llorando aún más y la castaña pensó que algo le había pasado al alfa, ¿Pero qué?
Marizza: ¿Está herido, qué le pasó?.- Sabía que debía guardar la calma en ese momento, no podía alterarse con su amiga.
Mía: ¡¿A él!?, ¡No!, ¡Él fue el causante, se comió mi conejo!, ¡Ash!.- Era peor de lo que Marizza se pudo imaginar, ese alfa ya era hombre muerto para su amiga, y para ella, nadie se comía el conejo de su amiga y quedaba vivo.

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King - Alfas y Omegas
Historical FictionEn una aldea de bárbaros, solo los más fuertes, los más ágiles, los más inteligentes, los que nunca perdían, tenían el derecho de ser líder, de ser el rey en la tribu. Así es como se ha mantenido viva la aldea de los alfas, tanto como los mismos hab...