Marizza solo quería saber una cosa, ¿Por qué los alfas se estaban matando unos a otros? era algo que le daba miedo y el que ganaba siempre la miraba y hacia algún tipo de pose de ganador, ¿Era acaso un ritual de bienvenida o algo?... pensaba.
No sabía que pasaba, no entendía nada, no saber lo que decían la ponía peor, ¿Qué tal si era un sacrificio para el ganador de todos?, sin embargo, debía admitir un par de cosas, aún siendo unos salvajes eran los alfas más guapos que sus ojos hayan visto jamás, sobre todo el rubio de ojos azules.
Aún así, no podía quitar su vista de los alfas, vio como el rubio sudoroso chocó hombro con hombro contra otro alfa de cabellos castaño, tembló al ver como lo superó, él alfa parecía cansado, lo había visto pelear contra varios antes y les había ganado a todos ellos, sinceramente le parecía alguien muy resistente.
¿Quizás un poco de ánimos no le vendría mal?, ¿Podía hacer eso, o no estaba permitido?, no sabía que hacer, pero, quería hacer algo, cuando el rubio se volteó a verla y sonreír de manera arrogante como lo hacía siempre que ganaba, Marizza le sonrió, levantó un poco sus brazos hacia arriba.
Marizza: ¡Eres increíble!.- Alabó alegremente, y de verdad que era increíble, nunca había visto pelear así a nadie, ni siquiera en su aldea, los alfas allá entrenaban a guerreros, pero solo para protegerse de los animales grandes del bosque.
Nunca peleaban de esa forma tan rigurosa, el rubio pareció asombrado un momento, y después su sonrisa se volvió más grande, Marizza se asustó un poco cuando el alfa soltó una especie de rugido de victoria, no sabía que había hecho, pero le alegraba que estuviera feliz por su cumplido, aunque no sabía si le entendía algo.
Ella quería aprovechar que ya no se estaban matándose entre ellos para hablar, quería por lo menos hacer que le entendieran algo, pero su estómago sonó haciéndole sonrojar de la vergüenza.
El rubio se acercó a ella y le ofreció su mano, hizo el gesto con algo de delicadeza, lo que la sorprendió ya que hace un momento esas mismas manos casi le partían un par de huesos a otros alfas.
Marizza tomó la mano del rubio para levantarse, y como lo había supuesto, sus piernas estaban entumecidas por estar sentada casi toda la mañana viéndolos pelear, caminó despacio mientras que sus piernas volvían a la normalidad, por suerte el alfa pareció notarlo y no le apuró, ni arrastró, siguió su ritmo y la guío hasta lo que parecía ser un comedor.
Marizza: Por los dioses, ¿Cómo les puedo decir algo para que me entiendas?.- Murmuró mirando al rubio con un ligero puchero, quería decirle si podría hacer su propia comida o preguntarle por lo que estaban haciendo hace rato.- Ni siquiera se sus nombres, espera...- Ella miró al rubio y tragó saliva antes de tocar el brazo del alfa varias veces para llamar su atención, cuando lo hizo, ella se señaló así misma.
Marizza: Marizza Andrade, mi nombre es Marizza Andrade.- Dijo señalando su pecho varias veces, deseaba que le entendiera.
Pablo: Bustamante Pablo.- La Omega abrió los ojos sorprendida cuando el rubio se señaló así mismo mientras hablaba.- Soy Pablo Bustamante.
Marizza: ¡Oh sí, sí, tú eres Pablo Bustamante, y yo soy Marizza Andrade!.- Hizo señas para dar contexto de lo que estaba diciendo, y el rubio pareció haberle entendido algo.
El tal Pablo la llevó hacia donde tendrían que comer, al menos eso pensaba, fue sentada en un tronco perfectamente cortado y a los pocos minutos un plato de arcilla fue puesto en su regazo.
Lleno de carne, otra vez... solamente carne, ¿Es que no había nada más?, no es que fuera mezquina con la comida, pero estaba acostumbrada a comer algo más que solo carne pura, miró alrededor y vió que los demás comían lo mismo.
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King - Alfas y Omegas
Ficción históricaEn una aldea de bárbaros, solo los más fuertes, los más ágiles, los más inteligentes, los que nunca perdían, tenían el derecho de ser líder, de ser el rey en la tribu. Así es como se ha mantenido viva la aldea de los alfas, tanto como los mismos hab...