Acomodarse entre todos fue algo difícil, nadie se entendía bien y no podían hablarse correctamente pero poco a poco las cosas fueron mejorando, se fueron entendiendo con señas y decían las palabras de las cosas en sus idiomas para que se fueran entendiendo un poco al menos.
Otra cosa era que los alfas siempre estaban al pendiente de los omegas y estaban con ellos en todas partes, Marizza miraba como Mía siempre era seguida por el alfa de cabellos negros, como un cachorrito, uno muy grande.
Manuel le había dicho a la Omega de cabellos rubios que se llamaba así, a Marizza le parecía gracioso ver cómo Mía se sonrojaba con cada acercamiento que hacía el alfa, era menos bruto que el suyo, y siempre le buscaba frutas para dárselas.
Aunque no se arrepentía de nada, casi todas las noches ardía en el calor de la pasión y dejaba salir su voz para que su alfa lo supiera, le daba algo de vergüenza ver que también dejaba marcas en el rubio, algunos chupones en su cuello o rasguños en la espalda, el peor del caso era que su alfa las lucía con orgullo.
Cuatro semanas después, su proyecto de hacer un huerto ya se había cumplido, tuvieron la ayuda de los alfas y betas para labrar la tierra y arreglarla con abono, ya se podían notar pequeñas plantas creciendo en ellos.
Como Marizza se lo había esperado, empezó a mostrar signos de embarazo, su aroma se volvió más dulce, tuvo algunos gustos raros por comida, incluso algunos vómitos.
Los demás estaban muy alegres, su madre había llorado a montón y le abrazó con fuerza, Mía chilló diciendo que ella había pensado que sería la primera en encontrar a un alfa y tener a sus cachorros, pero estaba muy feliz por la castaña.
Incluso el mismo Pablo la trataba con más cuidado, parecía nervioso y feliz al saber que sería padre, le trataba como si fuera algo frágil que se podría romper con un movimiento brusco, era tierno en realidad.
Marizza estaba muy feliz, porque los demás tenían un lugar en donde estar y en donde empezar de nuevo con sus vidas, y también porque tenía a un gran alfa.
No pedía nada más, acariciaba su vientre algo blando con cariño, hacia algo de frío afuera y llovía con algo de fuerza, su alfa encendía la chimenea que estaba en su habitación de la cabaña.
Se había mudado con el rubio desde que llegó de la cascada, su cabaña era mucho más grande que en la que estuvo antes, tenía varias habitaciones y una chimenea en la habitación principal.
Pablo le había hecho un gran nido de pieles donde dormían muy cómodos, y donde más tenían sus secciones de "amor", sinceramente era más cómodo que el nido de la carpa y el agua del lago.
Pero fue una experiencia buena, o eso sentía su cuerpo se había acostumbrado a los toques algo bruscos del alfa, así que ya no dolía, más bien, siempre estaba ansiosa y preparada para ser llenada.
Pablo: Mari, hueles bien.- Otra cosa que había avanzado era entenderse entre sí, ya el alfa podía decir frases completas y le podía entender.
El alfa pegó su nariz en su cuello, aspirando y lamiendo con ganas, Marizza jadeó cuando sintió como una mano del rubio bajó hasta su trasero e introducía sus dedos en ella.
Marizza: Pablo...- Gimió con suavidad ante los toques más suaves, era agradable que siempre empezara así, y quizás era porque tenía más control sobre la situación, pero después cuando ya estaba en su interior los instintos se hacían cargo.
No era de la misma manera como cuando perdía el control y lo hacía de manera salvaje, era más cuidadoso, sabiendo que Pablo se controlaba, era así desde que supo que esperaban un cachorro, quizás sea de forma instintiva que lo hacía para no dañarla en algún sentido.
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King - Alfas y Omegas
Ficción históricaEn una aldea de bárbaros, solo los más fuertes, los más ágiles, los más inteligentes, los que nunca perdían, tenían el derecho de ser líder, de ser el rey en la tribu. Así es como se ha mantenido viva la aldea de los alfas, tanto como los mismos hab...