Cansada, adolorida y lastimada, así era como se sentía Marizza, aunque el lugar en donde se encontraba ahora era muy suave, no era como su cama normal, pero le mantenía caliente y cómoda.
Abrió los ojos de manera perezosa, parpadeó varias veces mirando con detalles el lugar en el que estaba.
Trató de sentarse, dejó escapar un quejido pequeño cuando lo hizo, su cuerpo estaba todo mayugado, pero también un poco ligero, quizás por el descanso que pudo haber tenido.
Miró a los lados, solo había una pequeña mesa de madera al lado de la cama en la que estaba y una ventana, el cuarto era relativamente pequeño, más que su cuarto, y la ventana estaba cubierta por algún tipo de tela, por lo que no podía ver bien que había afuera.
Se asustó cuando escuchó la puerta abrirse de repente, una anciana bajita estaba entrando, y al fijar su vista en ella pareció un poco sorprendida.
Lo más raro que Marizza pudo ver en ese momento fue, mirar como ella movía la boca y hablaba, pero no le entendía nada.
La castaña no entendía ni una palabra de lo que ella decía, así que tampoco sabía que responder, solo se encogió sobre su puesto, tratando de arroparse de nuevo con la manta que tenía.
Al no recibir respuesta, la anciana salió de la habitación, Marizza suspiró profundamente, no sabía que hacer, ni siquiera sabía en donde estaba además, no recordaba bien como fue que había llegado a ese lugar.
Lo último que recuerda era haber estado buscando unas cuantas vallas con sus amigas, y después, todo se volvió borroso.
Marizza: Mi cabeza...- Se quejó por el golpea que había recibido, su estómago rugió y de repente se sintió con mucha hambre.
La misma anciana de hace un momento entró, pero ésta vez tenía unas cosas en sus manos, agua y carne, ella le ofreció y la pelirroja sonrió levemente con gratitud tomando el agua primero, fue como una bendición a su garganta seca.
Después tomó la carne, lo curioso era que solo era carne, estaba asada, un poco cruda para su gusto, y era un trozo muy denso, nada como los pequeños trozos que solía cortar cuando ella preparaba carne de esa forma, pero comida era comida y no podía rechazar la comida que la buena mujer le estaba ofreciendo.
Marizza: Muchas gracias.- Dijo antes de tomar la carne con sus manos y llevarla a su boca para comer, no sabía si era por el hambre o no, pero le pareció muy buena, estuvo concentrada en la comida, y no se había dado cuenta de que la anciana había salido nuevamente.
La castaña terminó de comer rápidamente, dejó el plato sobre la mesa al lado de la cama trató de levantarse, quería salir y ver en donde estaba, quizás podría volver rápidamente a su hogar si buscaba ayuda, aunque, si todos allí hablaban como la anciana buscar ayuda sería algo difícil.
Marizza pareció llegar a lo que era un cuarto lleno de medicina, podía reconocer algunas plantas que eran utilizadas como ungüentos para curar heridas y desinfectar.
Sentía las piernas débiles, por lo cual se apoyaba en la pared para caminar.
Vió como la anciana entró por la puerta principal y la miró un poco sorprendida de verla allí de pie, pero aún así le ofreció su mano, Marizza la tomó, estaba segura que ella la quería ayudar y guiar hacia un lugar importante.
Habló, pero no entendía nada de lo que ella dijo, y por esa razón Marizza quería saber que idioma estaban hablando, nunca lo había oído, bueno, no era como si hubiera escuchado o hablado otro idioma que no fuera el suyo.
La mayor la guió con pasos lentos hacia afuera, Marizza le siguió un poco nerviosa, ahora que lo pensaba mejor, la verdad no tenía ni la más mínima idea de que hacer.
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King - Alfas y Omegas
Historical FictionEn una aldea de bárbaros, solo los más fuertes, los más ágiles, los más inteligentes, los que nunca perdían, tenían el derecho de ser líder, de ser el rey en la tribu. Así es como se ha mantenido viva la aldea de los alfas, tanto como los mismos hab...