XVII

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Y al final te das cuenta que no recuerdas a la persona que te hizo más feliz, sino a la que te provocó más insomnio, a la que te dejó con los labios temblando sin saber a qué hora dejarías de sollozar y empezabas a preocuparte si esos signos serían visibles para la mañana siguiente.

Porque tus ojeras son comunes cuando tienes trabajos por los cuales desvelarte y no cuando un simple susurro logra derribar tu gran barrera de autosuficiencia.

Luego sientes una opresión en el pecho, una que parece arremeter contra uno de tus pobres órganos, pero al final tomas conciencia y aceptas que es tu alma; masticada, ultrajada y envuelta en una fina capa de lágrimas deglutidas.

Y luego vas diciendo que no has desayunado.

LECHE, MIEL Y CAFÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora