XVIII

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Nunca había rogado por algo, ni por mi libertad, ni por mi salud, mucho menos por mi protección. Porque creía que ya había suplicado suficiente por algo de piedad encima de las sábanas empapadas de lágrimas, sino estaban hechas ya un desastre.

Quizá ese fue mi error. Creer que jamás necesitaría nada cuando yo podía conseguirlo todo si me esforzaba.

Me equivoqué. Esta soy yo, arrodillada encima de las espinas que yo misma cultivé en anhelo de conseguir un lindo jardín de rosas; suplicando que el tiempo me alcance para ver florecer a mi pobre girasol.

Después de tanto tiempo, he llegado a desear vivir lo suficiente para cuidar a mi única y bella flor, la que decidió echar raíces en la desnutrida tierra que le ofrecí.

LECHE, MIEL Y CAFÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora