Arabesque

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Cada vez faltaba menos para la actuación y la señora Antonovna por fin había encontrado quien le hiciera unos carteles como ella quería, dejando que las orejas de Iryna y las chicas descansaran. Los nervios no eran nada para Natasha, quien se centraba en cada uno de sus movimientos. No podía fallar y esas dos palabras las tenía grabadas a fuego en la piel. Se acordó de las invitaciones para sus tres amigas para que las dejaran pasar a los vestuarios y vieran el hermoso "traje" de novia roja y los zapatos. Se seguía perdiendo con las combinaciones de rojo y negro. Todas se marcharon antes de que la señora se acercara con el pintor. 


Cada vez que escuchaba a alguien decir la palabra pintor, era prácticamente imposible no acordarse de Steve. Era algo prácticamente automático con el que no sabía como olvidar. De la misma forma que no sabía parar con las cartas a Bucky. Quizás debía darle el si a verse. O buscar a Steve y asegurarse que ya estaba bien. 


Sharon, por su parte, intentaba no perder aquel empleo solo por la gente que tanto presionaba. Cada vez era más difícil manejarse en ese mundo siendo mujer entre tanto hombres, se sentía como aquella protagonista de series de espías. Por otra parte, era algo muy notable que no solo se dedicaba a los casos, quería que sus tres amigas le pagaran el mejor desayuno en el restaurante donde podría burlarse  de aquellos que en su día la utilizaron y tiraron cuando decidió a sincerarse con la rusa. Algo no podía negar: le debía mucho a las rusas. Tanto Tesla como Tania, a su modo extraño, hacían que todo cogiera un tinte de serie americana de mejores amigas que le parecía absurdo pero bonito: Tesla con aquel amor por la ciencia y su sinceridad sin anestesia; Tania con su sonrisa y valor (sin comentar de los postres que llegaba a hacer). 


Algo más profundo que todo aquello finalmente era que no todo lo que les habían pintado llegaba a ser cierto. Todas aquellas charlas diciendo que era lo mejor o aquellas en las que la gente sonreía como si se hubieran inyectado botox o hubieran esnifado cocaína no revelaban que tan dura podía ser la vida de un adulto intentando ser independiente: el alquiler, la comida, el trabajo, el policía cabrón con las multas, la casera o la vida misma. A veces echaban de menos ser simples niñas despreocupadas. Intentaban darse una alegría pero con todo, era una tarea realmente complicada. Ni siquiera los libros "For Dummies" servían para saber como llegar a una buena jubilación (si es que antes no les atropellaba uno de esos conductores que se sentían como en Fast And Furious) y pasar de las drogas para intentar ser mínimamente feliz. Debían contentarse con esa agradable compañía entre amigas con la que contaban, pero finalmente seguían notando ese inexplicable vacío.  


Quizás era ver como todavía no habían cumplido con aquello que habían soñado, o como lastres del pasado seguían amarrados a ellas y no las dejarían marchar a no ser que los arreglaran o hicieran un pacto con el diablo.  


-¡TESLA!- grito Sharon- ¡SE HA VUELTO A IR LA LUZ! 


-Ya voy...- gritó bastante cansada 


A veces se planteaban a ver porque se iba tanto la luz. Tarasova aseguraba que no traía trabajo a casa por miedo a matarlas, pero le parecía muy extraño que la luz se fuera tanto. Sharon agradecía trabajar con el Online para que todo no se fuera a pique, al igual que Tania y Natasha, pero justo en ese momento necesitaba enchufarlo y aquello le daba rabia.


-Encuentra una casa normal para cuatro ya, por favor. La instalación de luz es vieja y dudo que la señora pague bien las cuentas- se sinceró Tesla tirándose al sofá en plancha- ¡AAAHHHH!- gritó desesperada. Bueno, era la única que sabía a que palanca darle cuando se iba.  

AlcanzadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora