Eterna Solitaria

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-¡POR FIN, MALDITA VIEJA!- Gritaba eufórica Sharon mientras que las chicas miraban a otro lado bajando cada una de sus cosas.- ¡DEVUELVENOS LA FIANZA Y BUSCATE OTRAS CUATRO PRINGADAS PORQUE NOS VAMOS! ¡POR FIN NOS VAMOS!

Las chicas se reían de la casera mientras bajaban las cosas al camión de mudanza. No les quedaba mucho, pero ya llevaban media mañana con la tontería. Natasha no dudo en coger a la gata callejera y llevarla con ella, diciendo a todas que Liho (su nombre definitivo) iba con ellas si o si. No sabían como, Sharon había encontrado un piso para cuatro en un edificio que cogía bastante bien a cada puesto de trabajo y mágicamente podía llevar a una mascota máximo que seria la gata negra. Ella aseguraba que encontró el piso en una agencia cercano a su trabajo, pero dudaban mucho de aquello. Aún así, le debían una comida en el Fury's por cumplir con su palabra. La señora estaba realmente enfadada, pero estaba disimulando por los curiosos vecinos, que se asomaban por los gritos de la americana.

-¡LIBERTAD!- Gritaba Sharon asomándose por la ventana del coche que compartían las cuatro, sacando hasta los brazos. Las chicas empezaron a pensar que sus reacciones cada vez eran más impulsivos y excesivos, aunque la comprendían.

Nada más llegar al bloque, vieron que las personas del camión de la mudanza empezaban a sacar los pocos muebles y muchos paquetes hacia la casa. Ellas simplemente agradecieron que pudieran apartar justo en frente de la casa y ya estuviera el nuevo casero. Era un señor de mediana edad que podía inspirar confianza a cualquiera. Sharon le dio la fianza y el primer mes a cambio de los cuatro pares de llaves. Con ello, el señor simplemente se marcho, avisando de que cualquier instrucción y teléfono estaba en un taco en la mesa del salón. Cada una de ellas fue corriendo a ver como era el piso que había encontrado Carter, asombrándose por completo: habitaciones simples pero para lo que ellas tenían, era perfecto, una cocina mejor que la que tenían en la antigua casa y el salón un poco más actual donde podrían ver cualquier película sin ningún problema. Sin contar con un pequeño balcón al que le darían su toque personal para volverlo un lugar un poco más ocioso.

-Sharon, admito que por una vez, un americano me sorprende para bien- le dijo Tesla saltando sobre una cama- lo único que echaré de menos serán tus discusiones con la señora.

- Espero que éste no de problemas- suspiro ella. Miro el reloj y se asombro por la hora que era- me piro chicas, el deber me llama

- Espera, voy contigo en coche- dijo Tania dejando la caja en el pasillo y cogiendo su abrigo rojo- tengo que ir al hospital cuanto antes

A lo tonto, Natasha y Tesla se quedaron solas ocupándose de su trozo de mudanza. No fue mucho, por lo que terminaron bastante rápido. Natasha alerto a su compañera que se iría al estudio a por su material para ensayar por su cuenta y, de paso, a por algunas grandes hamburguesas. le pregunto si la suya quería algo en especial. Con el grito de "sin pepinillos pero con Bacon", salió de la casa.

No dejó de pensar que tan loca había sido aquella semana antes de la gran actuación. Recordaba el extraño comportamiento de Sharon después de que Steve la siguiera hasta el antiguo portal. Sharon no era de las chicas que llegaban tarde o se quedaban de copas, por lo que cada excusa le parecía peor que la anterior. Pero aquello solo era una pequeña parte. Lo más fuerte, sin duda, fue el regreso de su ex novio. Steven insistió en ir a tomar un café hasta que se vio obligada a acceder. Ella quedo un tanto asombrada por todo lo que estaba contando y más cuando le insistía que después de su ensayo, tenía que acompañarlo a una exposición donde se exhibían dos de sus cuadros. Le preguntó por Bucky, a lo que le fue sincera: no eran nada, solo dos personas con una gran tensión sentimental y casi sexual que se carteaban tanto como podían. Incluso admitió que apenas tenía secretos con él. Y también fue sincera con él: no se planteaba nada con Steve desde que entro en la universidad. Simplemente todavía pensaba en que alguien que engañaba, realmente no amaba. Lo suyo fue demasiado apresurado, tanto que no llego a pensar realmente en si lo quería. Algo también un tanto repetitivo, ya que fue un argumento que no dejaba de usar. Él hizo una pregunta realmente lógica y coherente con todo el derecho del mundo: ¿Cuándo era el momento? Ella no sabía que responder. Quizás ya lo era y ni lo sabía.

AlcanzadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora