1

1K 81 32
                                    

Severus estaba hecho un asco y no solo porque estuvo los últimos dos meses en Azkaban esperando su juicio, no, el estaba hecho un asco por lo que había pasado en ese lugar.

Cuando a los quince años le hicieron por ley su clasificación entre alfa, beta y omega y esta salió inconclusa no pensó que le traería consecuencias hasta hace dos semanas, incluso ahora su mente estaba perdida en esos pensamientos.

Sentía las feromonas de Black por el aire ese maldito alfa nunca supo como controlarlas y las dejaba flotando, por ello supo cuando ese maldito merodeador se acercaba a su celda.

La reja cedió, pero esperando burlas o peor golpes Severus no alzo la mirada.

_ He venido a traer dos noticias Quejicus, parece ser que Lucius se salvó de azkaban alegando un imperius, pero todos sabemos que salió gracias a sus galeones, Bellatrix  salió también, el dinero manda no importa la realidad en donde vivas _

Esa noticia alegro al Slytherin, saber que unos de sus pocos amigos no recibirían el beso del dementor o pasarían toda su vida en esa maldita cárcel era gratificante, sabia que si alguien podría salir bien librado de todo esto solo podía ser Lucius o Barty pero del segundo no podía preguntar nada era muy probable que ni siquiera figurara en la lista de sospechosos a mortifagos, era lindo saber que el hijo en el vientre de Narcisa no crecería sin un padre,  y que Bella no caería en la locura en Azcaban.

_ Veo que te hace feliz, es una suerte que sea Regulus el que esta en el concejo porque, si fuera yo, ya los habría condenado a todos _

Severus vio entonces a Sirius por primera vez en todo ese tiempo, seguía siendo el maldito hijo de perra de siempre, al ver que por fin capto la atención del preso, el alfa dejo escapar mas sus feromonas, ese fue el principio del fin de ambos, pero claro que ninguno lo imaginaba.

Severus no tardó mucho en sentirse enfermo, ya tenía días sintiendo como una fiebre quería consumirlo, pero al final esta no llegaba, pero parece que ahora y en presencia de ese imbécil se desmayaría.

Los ojos de Sirius se agrandaron y llevo sus manos a su nariz como queriendo huir de un olor desagradable, busco por segundos el origen y miro incrédulo a su enemigo.

_ No puede ser ¿no eras un beta? _

El contrario lo vio con incredulidad claro que era un beta, que mierda decía, quiso soltar algún insulto pero de su boca solo salió un gemido, se sorprendió tanto como el otro, su cuerpo se sentía raro, se sentía húmedo.

_ Debo salir de aquí, no están permitidos los omegas en Azkaban debiste decirlo antes ¿sabes lo que puede pasarte estando aquí? _

Como si comprobará su advertencia se escucharon varios alaridos de los presos y puertas golpeándose a su alrededor, Azcaban estaba lleno de alfas y betas que por años no han sentido el olor de un omega menos uno en celo, algunos que ya han caído en la locura propia del lugar harían lo que fuera por uno.

Sirius trato de salir por la puerta, enserio que lo intento, pero una mano se agarro firme de un pedazo de su pantalón.

_ ¡¿Qué intentas?! _

Sirius también luchaba con su instinto al oler el celo de un omega, que gritaba por tener un alfa, pero debía recordarse que era un mortifago y no cualquiera sino Quejicus, el chico con el cual tenía una extraña obsesión y siempre había molestado incluso una vez casi provoco que lo mataran, no debía ceder.

Una Serpiente y un LeónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora