¡ dieciocho !

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quizás el vídeo fue demasiado; mucho contacto, demasiada intensidad. ninguno de los dos conocía el motivo, pero el video de su canción juntos había sido todo una controversía en redes sociales.
sobre ellos, estaba toda la atención que alguna vez desearon, pero no como les habría gustado recibirla.

minho estaba a segundos de colapsar y chan armaba mentalmente un plan para contener al pelimorado. los mánagers los habían dejado solos un rato para que descansen antes del comienzo de sus presentaciones para que guardasen todas las cosas que habían llevado al departamento en sus valijas.

minho estaba sentado en la alfombra de la sala de estar mientras comía panquecitos de vainilla y miraba su computadora, siéndole imposible alejar su cabecita de todos los comentarios en el vídeo.

chan se sentó a su lado y lo abrazó por la cintura, obligándolo a apoyar el resto de su rostro en su pecho. el menor suspiró pesadamente y levó una mano al abdomen del australiano. en la pantalla de la computadora, más y más comentarios y opiniones iban apareciendo con el pasar de los minutos.

chan besó la coronilla de lee.

— ¿necesitas ayuda para empacar tus cosas?

el coreano negó.

— no quiero guardarlas.

bang sonrió levemente y empujó el cuerpo del menor sobre sus muslos, haciendo que envuelva su cadera con las piernas. lo abrazó con devoción, sintiendo el aroma a avellana del cabello del pelimorado entrar por su nariz suavemente.

— vamos a seguir viéndonos.

— ¿y si estamos muy ocupados?

— vamos a hacer el tiempo para vernos.

— ¿y si...?

— no llenes tu cabecita de suposiciones, precioso. ¿sí?

minho abultó sus labios en un tierno puchero y asintió despacio, pareciendo apenas convencido. no quería alejarse ni unos segundos de chan, del calor de su espalda que sentía al dormir o de la forma en que lo abrazaba mientras preparaba el desayuno. la sola idea de alejarse de él lo ponía nervioso y a alerta.

— vamos a seguir almorzando juntos y promocionando durante casi un mes, min.

— vivamos en mi departamento.

y el australiano sintió su corazón derretirse.

— vayamos despacio. estás diciendo cosas impulsivas porque tenés miedo.

minho hipó, sintiéndose al borde de las lágrimas.

— ya sé, perdón.

chan subió sus manos al rostro de lee, acunándolo con delicadeza y apretando suavemente sus mejillas, formando un piquito con sus labios. se veía hermoso, aún con los ojos cristalinos y la punta de la nariz ligeramente roja, se veía hermoso.

sabía, que más allá de todo lo que pasase, él siempre elegiría volver a minho, a esos brazos que abrazan con poca fuerza y a las sonrisas que no lograba esconder. volvería siempre a esos ojos marrones y a su cabeza llena de ideas.

pero sobre todas las cosas, chan siempre querría volver a minho.

— podríamos salir a tomar un café, o visitar esos lugares donde venden pasteles y hay muchas flores. —dijo el menor. — cualquier cosa estaría bien para mí si estamos juntos.

— eso sería lindo.

— sí, podemos ir a un parque de diversiones o a... —el coreano dejó de hablar repentinamente, frenándose a pensar, o replantearse las ideas. — ¡oh, dios! no puede ser que haya dicho esas cosas.

bang rió bajito.

— ¿por qué estaría mal?

— soné como un adolescente enamorado.

— justo lo que sos. —dijo, y dejó un piquito en los labios del pelimorado.

el menor bufó.

— no lo soy.

— yo opino que sí. —el peliazul volvió a dejar un beso sobre los cerezos de lee, pasando a dejar besos por sus mejillas y los pómulos.

minho se dejó hacer, acariciando los brazos del mayor mientras recibía besos y caricias tranquilizadoras. no fue hasta que el contrario volvió a besar sus labios que puso de su parte; le devolvió el beso a chan casi con la misma intensidad que se lo había dado, adentrando su lengua en la boca del contrario y recorriendo su cavidad con esmero. el australiano succionaba su lengua con brutalidad y mordía sus labios cuando se separaban a tomar aire, haciendo el beso un contacto morboso y pasional.

los labios de bang abandonaron la boca de el coreano para establecerse en su cuello, chupando y mordiendo a su antojo, dejando marcas sobre la piel blanquecina del menor que todos verían.

— ¿te gusta que te marce, no min? —preguntó con un gruñido. — te gusta que todos vean que sos mío, precioso.

minho jadeó por la forma en que las palabras se deslizaban con tal facilidad de los labios del peliazul.

— ¿no vas a responder, cielo? tengo que enseñarte a ser un chico bueno, al parecer.

— me gusta, channie... me gusta. —murmuró, incapaz de ver al mayor los ojos por la vergüenza y el placer que sentía.

— y decime, bebé. ¿a quién le perteneces?

— a... a channie. 

chan sonrió satisfecho y volvió a besar con vehemencia los labios de minho. adoraba los pequeños jadeos que chocaban contra sus labios y los gemidos que morían entre sus bocas, apenas perceptibles para el oído de bang. lee era toda una obra de arte, una pequeña pero valiosa pieza de arte que ni la persona con más dinero del planeta podría obtener.

pero ahí estaba él, entre sus brazos, recibiendo sus besos con entusiasmo y proclamándose suyo. y el australiano no pudo ser más feliz.

— te amo. —murmuró contra sus labios, bajando hacia su cuello. — te amo. —dijo contra su piel, besándola entre intervalos en los cuales le confesaba su amor.

— channie... —gimió el menor. — despidámonos de este apartamento como se debe.

 minho tenía sus manos sobre el borde de la remera, levantándola hasta la mitad de su abdomen con el fin de darle a entender a chan lo que realmente deseaba. ¿y quién era él, bang christopher chan, para negarle eso a su precioso lee minho?

lo tomó entre brazos con fuerza y lo llevó hasta la habitación, depositándolo sobre el pequeño colchón con suavidad. si esos eran sus últimos momentos allí, haría que valieran la pena. 

kiss ★ banginho, chanhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora