Jaulas, pájaros y nombres

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La refrescante brisa del viento acarició las mejillas de la rubia, mientras el bote se alejaba de la tierra que la acogió durante casi la mitad de su corta vida.

Era la primera vez, en cuatro años, que Lumine subía a un barco. No recordaba cómo había sido ese primer viaje, pero cuando pensaba en ello sentía terror, escuchaba los gritos de sus padres y casi podía sentir la mano de Aether sujetándola con fuerza. Era sorprendente que no tuviera fobia a los barcos, solo curiosidad.

- ¡Ey, niña!

Lumine dejó de asomarse por la barandilla y ladeó la cabeza para ver a Childe acercarse. El niño le preguntó qué hacía mientras utilizaba la barra de fuego para balancearse, adelante y atrás sin pisar el suelo.

La niña palideció.

- ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Se va a caer!

Childe rió ante el comentario y aterrizó en la madera con una sonrisa.

- ¡Aww!, estás preocupada por mí.

Lumine frunció el ceño e infló las mejillas― ¡Sí! ¡Mi sal... salario será más bajo si te mueres!

El pelirrojo fingió dolor― ¡¿Solo me quieres por mi dinero ?! ¡Eres cruel, niña!

- ¡¿Por qué más lo querría?!

El mayor apoyó los brazos en la barandilla y su mejilla en una de sus manos. No podía evitar sonreír al verla ser tan transparente con sus palabras, sin intentar disimular o fingir que le agradaba. Desde que había llegado al Palacio Zapolyarny, muchos fingido simpatía y respeto. Ella era diferente, era como si hubiera traído un pequeño animal salvaje al barco.

- ¡Deja de sonreír! ¡Te dije algo feo! ―Se quejó la pequeña.

- ¿Oh? ¿Lo hiciste?

- ¡Sí! ¡Deberías estar triste!

Childe arqueó una ceja - ¿quieres que este triste?

Lumine frunció las cejas, sin saber qué responder - ¿No? ... Eso sería cruel.

―Pero eso es lo que dijiste, quieres que este triste.

- ¡No quiero! ¡Es solo que...! ―Dejó de hablar, lo miró fijamente con el ceño fruncido y desvió la mirada para ver nuevamente el puerto. - Eres molesto...

Childe volvió a reír al notar su exasperación. Era diferente a molestar a sus hermanos pequeños, ellos hubieran llorado. Lumine era más seria y calmada, pero a la vez impredecible.

Ambos miraron el puerto empequeñecerse cada vez más, aún no lo perdían de vista cuando el de ojos azules veía a su pequeña compañera de juegos por el rabillo del ojo, ella no dejaba de ver Mondstadt de una forma que Childe no podía descifrar. Supuso que era de tristeza, él se había sentido de forma similar cuando dejó su pueblo natal y fue al Palacio. Quizás incitar a la rubia a seguirlo no había sido tan buena idea como creyó.

―No está en tu contrato, pero si quieres volver, me lo puedes decir y podremos organizar unas vacaciones.

- ¿Para qué? ―Preguntó sin verlo.

Childe se encogió de hombros. ― ¿Verás a tus amigos? ¿Visitas lugares que te gustan?

Lumine decidió ser franca con el Príncipe malcriado que la llevaba a otra nación. Lo miró fijamente para responder. ―No tengo a nadie en Mondstadt, ―notó cómo el rostro de Childe decaía en preocupación y última. Rápidamente regresó su vista al mar, su soledad no le afectaba tanto como muchos hubieran asumido, ―y solo conozco el orfanato, la iglesia y la mansión del Marqués.

El pájaro de Tartaglia (chilumi / re-publicado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora