Lena abrió la puerta de la oficina y se topó de bruces con su pasado. ¡Kara Zor-El!
Tenía que tratarse de un espejismo. Kara estaba en Krypton y dirigía el imperio familiar de ingeniería. No tenía negocios en National City, pero estaba de pie en el vestíbulo de la sede de Promociones Inmobiliarias CatCo.
Y menos en un día así en que la oficina reabría sus puertas tras el funeral de Lar , fallecido a causa de un infarto, y ella acumulaba un retraso de varios días en el cobro de las facturas de los alquileres. Además, esperaba de un momento a otro la llegada de su nuevo jefe. Al parecer, se trataba de algún familiar lejano.
¿En un día así? ¿Acaso estaba bromeando? Nunca. Pero no podía tratarse de Kara. Parpadeó varias veces, pero seguía allí cuando abrió nuevamente los ojos. Seguía siendo Kara.
Era curioso que no existiera el mínimo margen de error y que estuviera tan segura de haberla reconocido, después de tanto tiempo. Pese a que estuviera de espaldas a ella, hablando con Mon-El, sabía que era ella. Era un presentimiento. Apenas un destello fugaz de su perfil y la ondulación de su melena rubia en contraste con el cuello blanquísimo de su camisa habían bastado. Esa actitud, fuerte y segura era inconfundible. Pero también lo supo por el repentino aumento del ritmo de los latidos de su corazón.
La adrenalina aceleró su pulso, preparándola para la lucha o la huida. Pero no hubo forma de que sus pies se pusieran en marcha. Tampoco el aroma del café recién hecho logró atraerla. Volvería sobre sus pasos al instante y así evitaría que la viera. De ese modo, quizás cuando regresara ya se habría ido, habría salido de su vida y habría vuelto a su pasado, donde pertenecía. Dejó el brazo muerto sobre la puerta y recuperó la posición. Quizás, si no hacía ruido...
—Ya estás aquí -dijo Mon-El, que apareció por detrás del hombro de Kara, vestida de riguroso luto con un traje de seda negro y su melena de color azabache impecable. Estaba perfecto en su papel de duelo. Pero antes de que tuviera la oportunidad de contestarle, Kara se había girado y había paralizado su retirada merced a la pureza de sus facciones, de manera que sólo pudo estremecerse por culpa del escalofrío que recorrió su espalda. Amusgó sus ojos azules y su mirada barrió su figura de arriba abajo antes de detenerse en su cara. Entonces se ensancharon un poco las aletas de la nariz y curvó los labios con un gesto muy leve.
-Así que eres tú -señaló con el mentón altivo.
Ella tragó saliva. En los más de ocho años que habían transcurrido desde la última vez que se habían visto, había imaginado a menudo cuáles serían sus primeras palabras y qué tono emplearía Kara si alguna vez volvían a encontrarse. Pero nunca había supuesto que se limitaría a ese frío y desapasionado, «Así que eres tú».
- ¿Qué esperabas? -dijo, convencida de que ya no tenía escapatoria mientras empujaba la puerta y accedía al vestíbulo- ¿A Katie McGrath? Se estremeció para sus adentros ante la crudeza de sus propias palabras.
- ¿Lena? -Mon-El, algo confuso, miró alternativamente a una y otra-. Quiero presentarte a mi prima, Kara Zor-El. Llegó ayer. Pero... ¿acaso me he perdido algo?
No podía articular una sola palabra. Tenía la garganta cerrada y la boca seca. Kara siguió mirándola con mucha intensidad hasta que se quedó atrapada en la mirada acusatoria de esos insondables ojos azules. Tenía una cuenta pendiente con ella. La contundencia de esa mirada no dejaba lugar a dudas. Aparte de eso, parecía tan poco impresionado al verla como conmocionada estaba ella.
Kara, finalmente, rompió el silencio.
-Lena y yo ya nos conocemos, ¿no es cierto? - Siempre sometida a su implacable escrutinio, el portátil que llevaba en la mano se volvió inesperadamente pesado y amenazó con caérsele por culpa del sudor. Apretó los dedos con fuerza alrededor del asa hasta que se clavó las uñas en la piel, de modo que el dolor asegurase la sujeción. Ahora que se había ocupado de su ordenador portátil sólo tenía que preocuparse por la estabilidad de sus rodillas.
-Eso creo -respondió-. Al menos, estoy bastante segura. Pero fue hace mucho tiempo. Un músculo se contrajo en la mejilla de Kara. - ¿Tan difícil te resulta acordarte de mí? «No es tan difícil como olvidarte», pensó Lena. Ese pensamiento se desplegó desde algún punto de su cerebro y, por mucho que detestase esa verdad, era innegable. Muchas noches solitarias, mientras recordaba el tiempo que habían compartido en Creta y deseaba que las cosas hubieran tomado otro rumbo, testimoniaban ese hecho. Él tampoco lo había olvidado, pero a tenor de su mirada, recordaba cosas distintas. Quizás el modo en que ella le había dado la espalda y la frialdad de su despedida. Tomó aire, pero Mon-El parecía demasiado impaciente para la réplica de una conversación que, a su juicio, era demasiado personal.
-Será mejor que os expliquéis de una vez -apuntó-. ¿Cómo os conocisteis?
Los ojos de Kara se clavaron en Lena. Recibió esa gélida mirada como una patada en los intestinos.
- ¿Qué ocurre? -añadió Mon-El-. ¿Tampoco os acordáis de eso?
Ella levantó la barbilla una pizca y dirigió su mirada hacia Mon-El. Todavía estaba conmocionada por su repentino encuentro con Kara después de tanto tiempo y le resultaba mucho más fácil concentrarse si no lo miraba directamente a la cara. De ese modo, las irrefutables preguntas que crepitaban en sus ojos no podían alcanzarla.
Tenía que calmarse y pensar con serenidad. Mon-El todavía estaba afectado por la inesperada muerte de su padre. A pesar mostrarse tranquilo y sereno, la hinchazón de los párpados y las ojeras eran demasiado evidentes. Mon-El no necesitaba otra carga añadida sobre sus hombros.
-En creta. Fue... -hizo una pausa y se humedeció los labios-hace algunos años. Estaba de vacaciones con mi familia. Kara estaba trabajando en una excavación arqueológica. Nos conocimos en el Palacio de Rao.
-Genial -dijo Mon-El, si bien Lena notó que el tono que había utilizado reflejaba un escaso interés-. ¿Y sabías que era la sobrina de Lar Gand?
—No. no tenía la menor...
Una oleada de terror invadió todo su cuerpo. ¡Dios, no! ¿No sería ese familiar de Lar? ¿No sería la mismo que venía para hacerse cargo de la compañía?
-¡Estupendo! Entonces no tendré que presentaros. Eso lo hará mucho más fácil ahora que vais a trabajar juntos -señaló Mon-El. Lena no podía pensar en nada peor mientras su mundo se desmoronaba. Cuando sonó el teléfono directo de su despacho, se contuvo para no salir corriendo y contestarlo.
-Disculpadme. Estoy esperando esa llamada. Nos pondremos al día un poco más tarde. Entonces se alejó lo más aprisa que pudo mientras intentaba guardar el equilibrio en un mundo que giraba sobre su eje con cada paso que daba. Cerró la puerta, soltó el portátil sobre la mesa y atendió la llamada lo mejor que pudo mientras su cerebro sólo registraba dos palabras: Kara, ¡aquí!
Una hora más tarde, Lena seguía con la mirada perdida en las paredes, y la pantalla encendida de su ordenador ofrecía el único signo vital de la habitación. No sabía cuánto tiempo podría esconderse en el despacho, pero haría todo lo que estuviera a su alcance para relacionarse lo menos posible con Kara Zor-El. Y hasta que no tuviera un plan de acción, se mantendría alejada de él.
Era muy extraño volver a verlo después de tantos años. Curioso que ambos se hubiesen considerado tan maduros por aquella época. Se había comportado como un hombre, fuerte y seguro. A sus veintiún años, había visto más mundo y había vivido más experiencias que ella. Sin embargo, ahora se daba cuenta de lo jóvenes que habían sido. Y saltaba a la vista que el chico se había hecho todo un hombre.
Parecía un genuino hombre de negocios. Había desaparecido el flequillo que solía apartarse de los ojos con una sacudida de la cabeza, sustituido por un corte limpio, impecable. Los rasgos oscuros, que incluso entonces habían poseído una cierta profundidad oculta, encajaban mejor en un rostro más maduro. Incluso parecía que sus hombros se habían ensanchado un poco.
Era una persona muy distinta del chico que había conocido años atrás.
Bueno, ella también había cambiado mucho.
Era mayor, más inteligente y era madre.
¡La madre de su hijo!
Algo parecido a un chillido incoherente escapó de sus labios. ¡Liam! ¿Cómo, en el nombre del cielo, impediría que Kara descubriese la existencia de Liam?
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Secretos de Amor y Poder
FanficEra la madre de su hijo... pero ahora era también su jefa. Lena Luthor se había quedado destrozada al verse obligada a marcharse de Creta... estando embarazada de su amante kriptoniana. No había podido olvidar las noches que había compartido con Jar...