Prólogo.

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En algún lugar del universo, hay una persona que es cien por ciento compatible conmigo. El problema es encontrar a alguien entre los siete mil millones de personas que viven en el planeta tierra.

Y no es que sea pesimista... es que, a diferencia de la mayoría de la gente no nací con el mismo tiempo para buscarla.

Pero lo encontré.

Justo a unas cuantas casas de la mía, de hecho, era un niño con mucha energía, demasiado travieso y con una imaginación infinita. Él no era como los demás niños de la escuela, cada que jugaba con él era como estar en nuestro propio universo, uno donde no existían reglas como las que había en casa y que mamá me obligaba a cumplirlas.

Sólo eramos nosotros dos contra el fin del mundo o contra los villanos (como solíamos llamarles a nuestros papás cuando nos separaban).

El hijo de la amiga de mamá se convirtió en mi mejor amigo antes de que él lo supiera tan siquiera, también fue la única persona con la que las tardes no las pasaba aburrida por no ver más niños en el vecindario, siempre me pregunté por qué eramos solamente nosotros dos rodeados de ancianos.

Nunca hallé la respuesta hasta años después, como lo fue cuando me di cuenta que él tenía un segundo nombre y yo jamás lo había notado.

Mamá y yo caminábamos hacía la escuela, yo no quería ir para nada, me aterraba el hecho de alejarme de ella. En cuanto llegamos y vi a más niños llorar lo hice también, quería regresarme con ella, preparar el desayuno y sentarme a ver televisión hasta que el sol de la tarde se bajara y él viniera a jugar conmigo en la casa del árbol.

Me colgué de su cuello y lloré como nunca lo había hecho, sabía que no debía hacerlo ni tampoco mover la cajita feliz que traía mamá pegada a su pecho, pero de alguna u otra forma debía convencerla que nos fuéramos de ese lugar y me quitara el uniforme azul y los moños que me picaban en mi cabeza.

— Connie... te prometo que te gustará, estarás con más niños y podrás dibujar con muchas crayolas...— su voz suave siempre funcionaba para tranquilizarme— no hay nada de lo que debas temer.

— Pero yo- yo quiero irme contigo...— se hincó y bajó mis manos de su cuello para poder verme la cara y limpiarme las lagrimas— llévame contigo...

— Te perderás tu primer día de clases si te llevo conmigo— imitó mi cara cuando de nuevo iba a ponerme a llorar— si lloras, Aidan te verá y él también llorará— su sonrisa volvió a aparecer cuando mi cara cambió de tristeza a sorpresa— no queremos que lo haga ¿Verdad?

Que hubiera sabido minutos antes de entrar que Aidan iba a estudiar conmigo mejoró mi semblante, pero seguía queriendo irme con mamá, sin en cambio mis ruegos quedaron interrumpidos cuando mamá alzó su vista y saludó a su amiga con un medio abrazo ya que no solté su mano para nada.

Escondí mi cara en su pierna, decidí aferrarme a su cuerpo para que no me dejara en el mínimo descuido que yo tuviera.

— ¿Qué le pasa a Connie?— sentí la mano de su amiga acariciarme la espalda.

— Tiene miedo de entrar, ya traté de decirle que jugará con más niños y dibujará pero no me quiere soltar— ambas rieron con ternura.

— Connie...— Mamá me movió ligeramente para que hiciera caso a la llamada de su amiga, sólo mostré la mitad de mi cara— tienes que creerle a tu mamá, te vas a divertir muchísimo con...

— ¡No quiero!— me escondí.

— Aidan, ¿Por qué no le ayudas a Connie a perder su miedo? Recuerda la charla que tuvimos anoche, quizá si se la cuentas tenga ánimos de entrar...— apliqué más fuerza, ni Aidan iba a poder separarme de mamá, apostaba mis crayolas a que él tampoco quería entrar.

Él me tomó de la mano y me jaló hasta que nuestros cuerpos chocaban con los demás niños que entraban corriendo y gritando a nuestro alrededor, no sabía como estaba logrando meterme en esa tortura si mis pies iban arrastrándose por el suelo y mis lagrimas de nuevo habían empapado mis mejillas, pero lo hizo.

Lo último que vi fue a mamá mandarme un beso al aire como despedida.

— Mamá me dijo que aprenderíamos mucho aquí, no sé por qué lloras.

— Quiero a mi mamá— intenté quitarle mi mano para huir, aún sentía que tenía el tiempo suficiente para alcanzarla, si no hubiera sido por él que me lo impidió.

Un timbre pegado a la pared me asustó y lloré más, lo hice todas las clases manchando mis dibujos y mis mangas, hasta que nos dejaron ir a jugar y a comer fue entonces que Aidan y yo nos sentamos juntos, dejó nuestras loncheras en la mesita y me pasó su brazo por toda la cara.

Si digo toda, fue toda, supongo que quería limpiarme mis mejillas como mamá y de cierta forma lo hizo, pero también logró mojarme de ellas el resto de mi frente y mi barbilla.

— ¿Sigues extrañando a tu mamá?

— Si...— lo miré marcándose una línea en medio de sus cejas, a veces me reía de esa marca pero hoy no iba a hacerlo. Mis ojos lo siguieron contemplando en silencio hasta que bajé a ver el suéter del uniforme y reconocí su nombre pero no reconocía el que seguía.

— ¿No sabías que tengo dos nombres?— me sacó del trance su pregunta, creo que fue tanta mi determinación en resolver ese misterio que dentro de su silencio se dio cuenta lo que analizaba— a veces papá me llama así cuando me regaña y también mamá cuando no levanto mis juguetes— se encogió de hombros.

— ...yan...— ladeé la cabeza.

— Hay una "erre" antes— su dedo la indicó— Rrrrrrryan ¿Escuchas?.

Rrrrrrrryan.

— No muchas, solo con una.

Ryan.

— ¡Eso!— chocamos las palmas con una sonrisa, eso me había olvidado de mamá y de mis ganas de llorar— puedes llamarme como quieras, mi abuela lo hace, a veces se le olvida que me llamo Aidan y me llama Ryan y otras se le olvida que me llamo Ryan y me llama Aidan.

— ¿No te confundes?— fue lo primero que pensé, yo no tenía dos nombres, era solo Connie para cualquiera que me conociera e imaginar otro nombre me volvería loca. Negó— me quedaré con, Aidan.

Comimos juntos y jugamos haciéndonos amigos de más niños, aunque yo seguía prefiriendo a Aidan como mi único mejor amigo, eran chistosos los demás, pero no tanto como Aidan, imaginamos un mundo de princesas y príncipes, pero ningun mundo era mejor como el que creábamos en la casa del árbol.

Nadie iba a ser más compatible conmigo que el niño que creció a mi lado hasta estar después de muchos años juntos en nuestro último año de preparatoria.

Sin embargo, hubieron muchos cambios que me hicieron odiar el paso del tiempo y el seguir yendo a la escuela, claro, con lo primero no había nada por hacer, era el transcurso de vida inevitable.

Con lo segundo... intenté de todo pero Aidan me obligaba a seguir yendo.

Ya no lloraba como en mi primer dia de clases de cuando eramos niños, pero aún así prefería quedarme descansando para después hacer un maratón de películas con él en la casa del árbol como lo quise en todo este verano donde todos si lo disfrutaron, menos yo.

Una de las muchas cosas de las que tuve que acostumbrarme de ahora en adelante...

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Welcome back to my mind.

tomen asiento, preparen su estabilidad y disfruten una vez más de mi imaginación.

La patrona.

¡NO SEAS QLO Y VOTA JAJAJA! ME AYUDARÍAS MUCHÍSIMO:(

Hasta El Último Latido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora