4- Lord Síveon

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Dormían muy juntos, a causa del frío y la falta de espacio, pero no llegaban a tocarse directamente porque las gruesas capas le tapaban casi por completo. La única sala de la taberna estaba a oscuras, excepto por los últimos rescoldos de las llamas de la chimenea, y los únicos ruidos que se oían era los ronquidos de los hombres que dormían a su alrededor.

De pronto, la puerta de la taberna se abrió de golpe por una patada, y al instante, docenas de soldados armados entraron en la estancia, dando gritos y levantando a golpes y empujones a todo el mundo. Rowena y Severus se despertaron, confusos y somnolientos, y por instinto él se colocó delante, para que no vieran a la mujer, quien procuraba esconderse bajo la capucha de la capa.

Los hombres de la taberna intentaron sacar sus armas o cualquier cosa que se le pareciera para enfrentarse a los soldados, pero estos les arrinconaron con facilidad contra la pared, amenazándoles con sus espadas. Lord Síveon avanzó, sin percatarse se las miradas de ira y odio que le lanzaban, hasta llegar frente a Severus, al que miró con atención.

–Snape... –dijo, con una sonrisa torcida. Severus se sobresaltó al oír su apellido, e intentó averiguar quién era aquel hombre, pero la máscara que llevaba le impidió reconocerle. De momento, Síveon llevaba ventaja–. Veo que volvemos a vernos –saludó.

"¿Pero quién es?" se preguntó Severus. Esa voz le sonaba de algo, pero no se acordaba de qué. Lord Síveon se fijó en Rowena, quien se escondía detrás de Severus, y agrandó su sonrisa torcida.

–Rowena, no es necesario que te escondas –canturreó–, no puedes huir de mí. Es una lástima que te escapases de la torre, porque ahora tendré que imponerte un encierro mucho más duro.

–Eso no va a pasar –masculló Severus, manteniéndose firme delante de la mujer.

–¿Me vas a impedir que cumpla con mi deber? –se burló Síveon–. Me temo, Snape, que no volveré a darte el gusto –ante ese comentario, Severus volvió a tener la impresión de conocerle, pero no conseguía acordarse. Era como si algo no encajara en sus recuerdos.

–A mí me parece que sí –respondió Severus, desafiante. Lord Síveon actuó sin avisar: le pegó con el puño en el estómago, con tanta fuerza que Severus se inclinó, sin respiración, y cogió a Rowena del brazo, para alejarla de la pared.

La mujer comenzó a resistirse con saña y a gritar, y Síveon la calló de un sonoro bofetón, que lanzó a la mujer contra la pared y la hizo caer al suelo. Al ver eso, Severus se lanzó contra Síveon, y ambos hombres dieron contra el suelo, forcejeando por coger la varita o la espada, y por impedir que el otro lo hiciera. Los soldados acudieron a la ayuda de su señor, pero Rowena se interpuso en su camino, con sus ojos dorados brillantes de ira.

Al primero que se le acercó a ella, Rowena le rompió la nariz de un puñetazo, al segundo, le golpeó en el estómago con el pie, y al tercero le cogió de las muñecas, haciendo que levantara las manos, y le arreó un tremendo rodillazo en la ingle. Cuando el hombre se inclinó de dolor, Rowena cogió su espada y se puso en guardia, desafiando a todo el que quisiera enfrentarse a ella. No tuvo demasiados problemas, porque los viajeros de la taberna, aprovechando la distracción de los soldados, se habían lanzado al ataque con todo lo que tenían a mano, provocando una auténtica batalla campal.

Severus y Síveon rodaban por el suelo, golpeándose como si fueran enemigos de toda la vida, y sin reparar en lo que ocurría a su alrededor. Síveon sacó una daga de su bota e intentó clavársela a Severus, pero el mortífago inmovilizó su brazo y empujó para que soltase el arma. Síveon volvió a la carga con renovadas fuerzas, y ambos volvieron a rodar por el suelo, con la hoja de la daga a escasos centímetros de sus caras. En aquella extraña pelea, Severus pudo apoyarse en algún lugar y al fin logró apartar la daga, aunque en ese repentino movimiento, la hoja se movió contra Síveon, rasgándole la camisa y clavándose en su brazo.

Salvando a Ravenclaw (Severus x Rowena Ravenclaw)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora