6- Se decide la historia

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Severus y Rowena miraron hacia Síveon, sin saber cómo reaccionar.

–Me alegro de que al fin vuestra debilidad haya dado sus frutos –dijo Síveon, mostrando su sonrisa torcida–. Me habéis facilitado mucho las cosas.

–Cerrad la boca –le espetó Rowena. Ella y Severus se habían puesto en pie de un salto y estaban en guardia, con sus varitas preparadas.

–Me temo que serás tú la que se calle, Rowena, y esta vez será para siempre –Síveon levantó su varita y apuntó hacia ella–. Avada Kedavra.

–¡Flipendo! –gritó Severus, apuntando también hacia la mujer. Su hechizo golpeó a Rowena y la apartó de la trayectoria de la maldición, pero él no se detuvo a comprobar si el truco había salido bien, porque se giró hacia Síveon y le atacó.

Síveon creó un potente escudo para defenderse y atacó a su vez a Severus, quien se vio lanzado por el aire hacia atrás, pero tuvo los reflejos suficientes como para enviar un maleficio antes de tocar el suelo. Síveon gritó de dolor, pero tomó la revancha mandando una andanada de hechizos explosivos contra su antiguo maestro. Severus perdió la varita al ser golpeado en el brazo y se quedó en el suelo, viendo cómo Síveon se acercaba a él, dispuesto a rematarle.

Avada...

Flipendo –esta vez había sido Rowena la que lanzó el hechizo, derribando a Síveon. Esos preciosos segundos le sirvieron a Severus para recuperar su varita y levantarse.

Alzó el brazo para atacar a Síveon, pero este le lanzó una bola de fuego a Rowena, quien gritó de dolor al ser envuelta por las llamas sin poder hacer nada. Ese grito distrajo a Severus, y Síveon aprovechó para atacarle repentinamente. Severus trató de concentrarse, pero no pudo ayudarla porque se encontraba en serias dificultades para parar el desenfrenado ataque de su pupilo.

–Me parece, Snape, que no podrás cumplir tu misión –se burló. Severus le taladró con una mirada cargada de ira.

Finite Incantem –gritó, señalando hacia Rowena. Al instante, las llamas que la rodeaban desaparecieron, pero Severus recibió un doloroso hechizo en el pecho. Volvió a caer al suelo, sintiendo cómo una de hierro le presionaba el pecho, impidiéndole respirar. Síveon mantuvo el hechizo, sonriendo al ver cómo Severus se ahogaba.

–¡No! –gritó Rowena, corriendo hacia Severus y arrodillándose junto a él–. ¡Basta! ¡Dejadle en paz!

–¡Cállate! –le gritó Síveon, lanzándole un Cruciatus. Rowena gritó al sentir el dolor que recorría su cuerpo, taladrándola. La maldición se le hizo eterna, sobre todo porque Síveon no tenía ninguna prisa por quitarla. Le divertía ver cómo sus víctimas se retorcían a sus pies, sin poder defenderse.

Tras unos minutos de agonía, decidió levantar la varita y dejar respirar a la mujer.

–Ya va siendo hora de acabar con todo esto –se regodeó Síveon, acercándose a ella–. Ha sido interesante conocerte.

Rowena intentó ponerse en pie para enfrentarse a él o ir hacia Severus, pero un nuevo
cayó sobre ella, con más fuerza que antes. Severus oía sus gritos sin poder moverse, y sin apenas respirar. La rabia y la impotencia le llenaron por dentro, compitiendo con el hechizo que le asfixiaba. Luchó contra esa garra invisible con todas sus fuerzas, oyendo una y otra vez el suplicio de Rowena, y al final consiguió liberarse, inhalando una gran bocanada de aire.

Se aferró a su varita y le lanzó una maldición a Síveon. El enmascarado, que no se lo esperaba, recibió una potente descarga eléctrica que le empotró contra la pared, dejándole inconsciente. Severus se arrastró hacia Rowena, quien respiraba débilmente, y la incorporó entre sus brazos.

Salvando a Ravenclaw (Severus x Rowena Ravenclaw)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora