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El destino era fijo, no tenia otra alternativa más de la que caer en ese compromiso al cumplir sus diecinueve años. Su vida así lo decidió, el destino lo decidió, su madre lo decidió, el Emperador lo...
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—El castillo a pesar de tener una gran antigüedad, esta en constante mantenimiento con todo el respeto por la familia real, el emperador asumió el trono cuando el anterior rey falleció. Esto se da por línea de sangre, por derecho, soy el siguiente en la línea del trono.
—¿No debería de ser el primero? —no pudo evitar preguntar, conocía las líneas de sangre reales, era de lo primero que aprendió desde que era niña— Por derecho deberías de gobernar actualmente.
—Amity —gruño su madre aun manteniendo la sonrisa y la postura que distinguía a la realeza—. Disculpara el atrevimiento de mi hija, debe de estar algo cansada, normalmente su comportamiento es de lo más impecable.
—No se preocupe majestad; princesa, respondiendo a su pregunta, en este reino se manejan las líneas algo diferente, recientemente estoy cumpliendo la mayoría de edad, por ende, recién puedo asumir mis responsabilidades reales. Sin embargo, terminemos el recorrido deben de estar exhaustas.
—Para nada, su majestad, estamos encantadas de conocer ms sobre el castillo.
Siguió caminando detrás de su madre, le dolían los pies y ligeramente la cabeza, las anteriores noches no lograba dormir bien teniendo unos pocos momentos de descanso, el viaje fue largo y sentía su cuerpo entumecido. Disminuyo un poco el paso, su madre siguió alagando al príncipe sobre su castillo mientras el otro contestaba con la misma formalidad vacía y sin emoción.
Se detuvo cuando vio una gran pintura. Un hombre rubio con una sonrisa inocente, hasta la mirada pintada tenía más amabilidad que la real de su propia madre. Al lado del hombre una mujer, rebelde y castaña. Finalmente, en medio de ambos un bebe con el mismo cabello rubio ceniza.
Caleb y Evelyn Wittebane, los anteriores soberanos del reino; distinguió al bebé como Hunter.
Era sorprendente como una pintura estática de dos personas fallecidas podían transmitir más calidez y amabilidad que las personas reales.
Al momento de dejar de ver el cuadro noto que el pasillo estaba desolado, su madre y Hunter no se percataron de su ausencia. Pero era de esperar, en casi la hora de recorrido la única vez que hablo fue al preguntar el linaje real.
Avanzo por el pasillo que tomo su madre antes de detenerse. Dejo de ver las paredes de mármol y solo quedaron las columnas, un patio de entrenamiento se extendía.
La golpeo el sonido de las espadas chocando, de las respiraciones pesadas de los soldados, el olor del sudor por su esfuerzo y los gritos de lucha seguidos de las órdenes.
—¿Eres la princesa? —salto ligeramente, la voz era jovial y energética, giro y vio a una chica de cabellos cortos con una armadura puesta. Tenía cierto aire infantil, pudo sentir más amabilidad que nunca en su vida.
