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Tras haber aterrizado en Colombia y luego de algunas horas de viaje hacia Caquetá, Rich finalmente había llegado a su destino en Solano.

Cuando pudo adentrarse y seguir su camino dentro del municipio, se percató de que la gente en Solano tendía a ser muy hogareña. Rich se había establecido en una zona pequeña, lugar en donde todos se conocían y no había espacio para ocultar ningún secreto.

Las calles estaban sucias por el polvo que el viento traía. Los postes eran altos, los edificios se veían descuidados y tenían colores que demostraban el paso del tiempo, puesto que ya se iban borrando. Habían muchos anuncios pegados en las afueras de los negocios y graffitis en algunas paredes.

Después del finalizar su largo viaje, Rich comenzó a sentir hambre. Mientras caminaba recorriendo el lugar, encontró una pequeña tienda ubicada en la esquina de una plaza y se adentró en el negocio saludando a la kiosquera. Luego de analizar el panorama, hallando dulces y frituras que desconocía, decidió comprar una bolsa de papas fritas y seguir con su trayecto, sin arriesgarse a pagar por algo que terminara por no gustarle.

Al pasar por la alcaldía municipal vio a un par de niños jugando fútbol en medio de la calle y se acercó a ellos para hablarles.

— ¿Qué tal chicos? — les saludó, llamando su atención.— ¿Podrían indicarme por donde puedo llegar hacia el río? Verán que soy nuevo por aquí.

— No te conviene ir al río parce, está anocheciendo y es un lugar peligroso de noche.

Ante el aviso Rich sintió una preocupación que disimuló.

— Realmente necesito ir, me dijeron que por allí podría encontrar donde pasar la noche así que... si pudieran decirme por dónde está el camino me estarían haciendo un gran favor.

Los niños se miraron entre sí, y el más alto de ellos respondió.

— Bajas hasta que se termine la calle, giras hacia la izquierda y te vas hasta el fondo, ahí te vas a topar con el río.

— Muchas gracias, chavales.

— Bienvenido.

[...]

Luego de caminar por unos minutos siguiendo un camino de tierra, Rich llegó al río en el momento perfecto: pudo apreciar un atardecer rosado cayendo sobre el agua que seguía su curso de manera lenta y tranquila.

Mientras reflexionaba sobre los cambios que se instalarían en su vida, reconocía aquellos que ya habían llegado para quedarse. Lo deseara o no, nada volvería a ser igual después de haber puesto un pie en Colombia.

Se mantuvo contemplando la vista y dando vueltas entre sus pensamientos hasta que la noche llegó y debió continuar con su búsqueda. No pudo negar que el recorrido le provocó un escalofrío; los árboles se movían por el viento que los azotaba y sentía que los animales acechaban desde la oscuridad.

Aunque ya se había alejado del río aún podía escuchar su corriente descendiendo.

El reflejo de la luna era la única luz que lo acompañaba en el solitario camino de tierra. Sus pasos sonaban junto al canto de algunos grillos que aumentaban la sensación de soledad.

Finalmente halló el motel del que le había hablado el taxista que lo llevó a Solano.

El "motel" era más bien como una granja, y el único foco de afuera parpadeaba volviendo la situación todavía más espeluznante.

La estancia contaba con tres habitaciones de las cuales sólo una de ellas estaba ocupada, la de Rich.

Después de pagar por su alojamiento se dirigió a su habitación. Notó que la cama era dura e incómoda, y que la morada no contaba con un baño. Si procuraba hacer alguna necesidad tendría que ir a una letrina que se encontraba a doscientos metros de su habitación.

Este era apenas el inicio, y debería de aguantar hasta que pudiera entenderse mejor con el nuevo lugar al que había llegado, decidido a quedarse.

Rich se durmió apenas pudo encontrar una posición cómoda en la cama. El cambio de horario sumado al exhaustivo viaje lo habían exterminado por completo.

Ni siquiera pudo preocuparse por lo que el destino le depararía dentro de pocas horas.

[...]

7 a.m.

Un hombre gritaba el nombre de Rich repetidas veces desde las afueras del motel.

Él se levantó de golpe, colocándose sus zapatos de manera torpe. Recogió las pocas pertenencias que había llevado consigo y se dispuso a abandonar la habitación.

Apresuró su marcha para encontrarse con el hombre que había llegado a por él. Como era evidente, se había quedado dormido y no quería que lo dejaran tirado apenas llegaba.

Quien estuvo llamándolo fue Diego, como más tarde le fue informado su nombre, y era un chofer del jefe de la organización. Estaba allí para conducirlo a la fábrica.

En el camino Rich se percató de que Diego era un hombre de pocas palabras. Aunque intentaba hablar con él, sólo recibía asentimientos con la cabeza y respuestas cortas.

Viajaron en silencio. Luego de una hora que se hizo eterna para Rich, finalmente llegaron a la fábrica. Esta tenía el aspecto de una casa, mejor dicho, de una mansión; era inmensa y se disfrazaba con el aspecto de un hogar característico del campo.

Cuando Rich se bajó del auto un hombre estaba esperando a recibirlo para mostrarle el lugar y darle las indicaciones. 

Junto al recorrido le fue explicado que ahora su deber consistiría en revisar lotes y empaquetar productos junto a otros trabajadores. Creyó que era un comienzo bastante aburrido, pero era algo más tranquilo a comparación de lo que él había pensado. Muy lejos, dentro de su ilógica imaginación, se había proyectado a sí mismo con el aspecto de un maleante, con gafas de sol negras, cadenas brillantes, transformado por completo en un traficante peligroso.

Caso contrario, se encontraba analizando las secciones de la fábrica con una mirada curiosa y una actitud reservada.

Cuando su bienvenida finalizó, el jefe superior fue a verlo. Quería conocerlo y discutir con él sobre algunos temas; entre ellos, le dejó saber que estaba allí gracias a su contacto y que esperaba no arrepentirse de haberlo aceptado. Rich le aseguró que no sería así, convencido de sus propias capacidades.

Al final del día le asignaron una habitación dentro de la fábrica, en la cual no sólo descansaría, sino que esta sería también su nueva casa hasta que su estadía en Colombia llegara a su fin.

Saludó a su compañero de habitación e intercambió algunas pocas palabras con él. En cuanto pudo se dejó caer tendido en la cama y sumido en el silencio del cuarto, se halló a sí mismo sin poder creer el lugar en el que había ido a parar en tan sólo dos días.

El camino frente a él seguía siendo largo y un misterio que esperaba ser descubierto.

Café Colombia. | FarfaRich.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora