Pequeño ladronzuelo

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Ya habían pasado dos días, el invierno se acercaba rápidamente y hoy estaba más helado de lo usual, las hojas descendían y se posaban sobre el agua tranquila, secas y coloridas, le daban un brillo extraño al agua, como si brillara en tonos dorados y rojizos. Hablando de rojo, una cinta roja y un caparazón afilado flotaban a la deriva en el centro del arroyo, algunas aves se paraban sobre sus púas picoteando cualquier residuo de pescado o marisco que hubiese quedado pegado allí. Los ojos del enorme kappa estaban cerrados con una calma inmensa, incluso se podría decir que de solo verlo te daban ganas de recostarse y descansar. Se ve tan apacible, tan tranquilo…si supiera que mientras duerme en completa armonía con la naturaleza el pequeño torbellino naranja de su hermanito menor estaba "jugando" con mortales.

Y sí, allá va otra vez, brincando y saltando, columpiándose de rama en rama como alguna clase de mono, los árboles, al igual que él, parecían de muy buen humor, sí, se acerca el frío, pero eso no va a congelar los ánimos del bosque. Cuando pudo divisar la aldea y con un poco más de confianza se detuvo entre el follaje y observó. Lucía igual que hace un par de días, la gente se movía de acá para allá haciendo cosas, quería ver, quería oler, y por sobre todo quería probar lo que este pequeño asentamiento tenía para ofrecer, desde su pequeño atentado ni un solo árbol había caído-creo que aún no encuentran las herramientas- pensó y rió ante la idea.

Una brisa helada lo recorrió de pies a cabeza dándole un terrible escalofrío, tembló como un cachorro bajo la lluvia y suspiró para descubrir un vapor caliente salir de su boca en una nube blanca. "El invierno se acerca" Mike se sacudió un poco y contestó -lo sé chicos, no es mi primer año- les regaló una sonrisa y siguió avanzando, se deslizó sobre las hojas húmedas en rocio, llegó al costado de la cabaña más cercana al bosque y escaló hasta llegar al tejado. Era tan pequeño que, a menos que lo estuvieran buscando, no había forma alguna de que lo notaran.

-¿Qué es eso?- susurró para sí mismo, algo llegó a su nariz, un aroma familiar y uno desconocido. Su boca comenzó a salivar y se dirigió a la fuente con sumo cuidado de no ser visto, parecía un yatai, un pequeño local de comida callejera con múltiples bocadillos sobre la barra, Yakitori y Kushikatsu de pescado y ternera, tako tamagos, no los veía desde que sus hermanos y él se alejaron del mar, buñuelos de distintas masas y carnes, fritos o asados, todo lucía espléndido, incluso los peces ahumados  que aún conservaban su cabeza. Mikey se relamió los labios y pasó su lengua sobre sus dientes ansioso por probar aunque sea un mordisco de cualquier cosa que pudiera. El dueño del local era un enorme cerdo regordete con ojos rojos, freía unos cuantos trozos de carne mientras tarareaba. La tortuguita se subió al techo del puesto y se movió como un felino sobre las vigas interiores, no hacía ruido y las sombras que se creaban entre las esquinas le ofrecían escondite. Entonces, cuando el cerdo volteó a tomar otra vara para sus brochetas, alargó su mano y robó uno de los pequeños pulpos antes de que el dueño se diera cuenta, estaba suave y viscoso, tan rico como pensó que sería. El cocinero gruñó observando el palito vacío en su barra, miro bajo el mesón en caso de que hubiese caído, pero no encontró nada, extrañado retiró el palo vacio y regresó a freidora, Mikey aprovechó, sacó un yakitori y se lo metió en la boca dejando cada esfera de carne reposar en su boca un momento antes de tragar. Simplemente maravilloso, quería llorar, no, no, quería aprender, quería poder reproducir este espléndido descubrimiento y compartirlo con su familia. El cerdo gruñó espantado cuando, después de tan solo dos minutos, la mitad de su mercancía se había esfumado.

-¡Muy bien ¿quién es el gracioso?!- Escupió hacia la calle empuñando una de sus manos en amenaza, la gente que pasaba apresuró el paso fingiendo no haber escuchado, Mikey rió entretenido y para cuando el cerdo miró hacia arriba ya había escapado.

Qué importa cuántos años lleva aquí abajo, él es un niño travieso aún. Regresó a corretear por los tejados alegremente para despojarse del frío, luego divisó unas cuantas telas colgadas en una cuerda en la parte trasera de una casa, no había nadie a la vista así que se acercó y las tocó, estaban hechas diferente, la fibra se unía mejor ¿cuanto habían inventado estos años que estuvo fuera? Tenían colores y patrones, no muy brillantes ni complejos, pero suficientemente curiosos como para llamar su atención, la mayoría era ropa, excepto por un enorme trozo de tela de fibra de bambú, delgado, pero firme y de momento sin función aparente, sólo un rectángulo y ya.

-Mmmmmm, no deberia- se mordió el labio haciendo un pequeño bailecito ansioso, de pronto sintió el impulso de robar ese trozo de tela para sí mismo- es que…mmmm- dió un par de vueltas en su lugar y tomó el trozo de tela para luego salir corriendo con una risita malvada y aves volando a su alrededor.

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Es un pueblo pequeño y las noticias vuelan como aquellas aves, el mismo día del incidente de las herramientas comenzaron los rumores, entre chisme y chisme cada alma en el poblado susurraba algo al respecto, algunos reían del inusual acontecimiento, otros se notaban preocupados y ya luego quedaban aquellos que no le daban importancia, hay cosas más importantes de las que preocuparse ¿verdad? Pero luego Meat sweats se quejó del altercado en su puesto de comida, y una ama de casa preguntó a varios sobre la tela, ahora pérdida, que había colgado en su jardín. Una risilla era lo único que estos eventos tenían en común, una risilla sin cuerpo o forma que apenas podía reconocerse y que bien podría ser un invento.

Jun, el panda rojo, estaba hecho una verdadera furia, pero aunque el rumor se esparció velozmente no creía ninguna teoría extraña que le propusieran, demonios, fantasmas, yokai, son puros inventos para esconder al delincuente, seguro es un chiquillo que quiere llamar la atención o algo así, Pff, espíritu del bosque, si por Jun fuese tiraria cada árbol abajo, así es como se ganaba la vida, aunque fuesen un par de monedas a la vez. Lastima que ya no tenía con qué hacerlo.

La noche siguiente, mientras las hojas de los árboles se mecían burlescas en la frontera de la aldea, las aves dormían y el viento soplaba. Jun, Kyo (el joven zorro), Mondo y los demás que habían sido enviados a "expandir el terreno" iluminaban levemente las raíces moribundas, algunos encontraron sus herramientas, quienes pudieron las repararon y Jun tomó una prestada, de repente cualquier pizca de calma se perdió al primer hachazo.

Mikey entonces estaba profundamente dormido, no podría saber nada hasta el día siguiente. Cuando amaneció y salió de su pequeño refugio notó como la bruma de su hermano se esparcía fuera del bosque hacia el claro, su peculiar aroma era inconfundible, quiso ir a saludar a Raph algo confundido, pero era muy temprano y prefirió no despertarlo. Se extrañó aún más cuando las aves no fueron a acompañarlo y cuando al fin se las encontró supo que algo andaba mal.

-¿Qué ocurre?- "Lo hicieron de nuevo" trinaron "lo hicieron de nuevo"- ¿Qué?- Mikey se columpió en aquella dirección que ya bien conocía para descubrirse a sí mismo más lejos que la vez anterior, muchos árboles habían caído, varias aves estaban en los árboles junto a él, tendrían que buscar un nuevo lugar para anidar o morirían con el invierno. El pequeño ángel entonces pensó que su solución nunca fué muy efectiva y ver los nidos destruidos y los árboles amontonados en trozos hicieron a sus ojos cristalizarse y su nariz temblar con cierta tristeza. No había nadie a estas horas, mucho menos con la niebla, Mikey bajó y caminó entre los restos con melancolía…tal vez debería hacer algo más "elaborado" esta vez…
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El suelo se cubre de hojas

Kappa Tales//rottmnt AU//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora