Kappa

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Mientras escribo algo más
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Mikey pasea por la frontera entre los árboles y el claro artificial que reemplaza los hogares de sus aves, encontró algunos gorriones muertos, aplastados por las ramas caídas o junto a sus nidos, fueron pisados por los mismos leñadores, sus pobres huesos o cabezas, mutiladas, y aunque la sangre apenas si pintaba un par de hojas, a los ojos del ángel, era un escenario desolador.

Caminaba arrastrando los pies entre la tierra húmeda, tal vez deje huellas, pero que importa, se agachó un poco más adelante y recogió a una ardilla desnucada en el fango, la levantó a la altura de sus ojos y resopló apenado. Esto no era su culpa, no, no, él intentó ayudar, aún lo intenta, pero ellos están destruyendo el bosque, son ellos, NO…¿por qué? Un árbol está bien, necesitan la madera, cinco árboles, serán los soportes para formar un hogar, ¿pero esto? ¿Vaciar la arboleda sin razón? En su vida había visto tantos troncos cercenados, tantas criaturas muertas, como si su vida no valiera nada, daño colateral a favor de… ¿de qué? ¿Qué harán con toda esa madera? ¿Qué quieren hacer con su bosque?

Dejó al pobre animalejo nuevamente en el suelo, la aldea se veía más lejos que antes por el simple hecho de que su territorio se había reducido. Al parecer aún es muy temprano para que la gente salga a trabajar. Mikey gruñó entre dientes (cosa que era de lo más extraña para él) y corrió sobre los tocones en dirección a la aldea, brincando de uno en uno con una agilidad y rapidez sobrenatural, sus ropajes se meneaban con el viento y sus brillantes ojos blancos permanecieron fijos en el objetivo.

Saltó a los tejados sin problema y siguió corriendo, si alguien estaba despierto escucharía sus pasos sobre su cabeza como retumbos de un tambor. Estaba enojado, pero no debe de precipitarse, esta vez se encargará de destruirlas todas, todas y cada una de sus herramientas, las lanzará al lago para que se hundan junto con la destrucción que traen.

Así estuvo un buen rato, deslizándose al interior de las casas con gran sigilo, hachas y sierras, cada una de las que encontró, que si bien no eran muchas, eran todas las que tenían. Algunos casi lo ven, como una sombra que paso demasiado rápido como para distinguirla, otros pocos vieron su silueta en la oscuridad, sus extrañas manos tomando sus cosas y escondiéndose entre su ropa, esos ojos luminosos y espeluznantes, solo significaban una cosa.

Yokais.

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Mikey corrió y corrió, y no dejó de correr hasta estar de regreso en el bosque, sabía que no lo seguían, pero que lo habían visto y seguramente le darían caza. Aventó las herramientas al lago desde lo alto de un precipicio, no muy lejos de la aldea. “Te vieron”, “peligro”, “peligro” le gritaban las aves.

-Lo sé, lo sé- se apresuró a tranquilizarlas- escúchenme, calma- los piares cesaron poco después- ya no tienen cómo cortar más árboles- “Lo harán de nuevo”, “siempre vuelven”, “No podemos pararlos”-... Lo lamento mucho, en serio perdón, no se me ocurre que hacer, yo…- Mikey se dejó caer al suelo sobre sus rodillas, no lloraría, no quería llorar. Pero es raro, tantos años y de pronto era un cachorro triste por pisar los cascarones vacíos de los pichones, desde hace mucho no sentía este tipo de emociones. “No es tu culpa”, “ellos son así”, “destruyen sin razón”, no es la primera vez que escucha eso, claro está- …tienen razón, lo siento, osea, no, no lo siento, ustedes entienden- se arremangó los pocos mocos que se le escapaban de la nariz, no derramó ni una sola lágrima -Bien, no creo que puedan tirar más árboles abajo en un buen tiempo, y a penas si me vieron, seguramente lo olviden pronto- se dijo a sí mismo más que cualquier cosa. Cuando volvió a la aldea esa misma tarde se notaba conmoción en el aire, pero mientras no se pasearán con antorchas y espadas todo fantástico.

Mikey regresó al interior del bosque y las aves con él, anochecerá y debe volver con su hermano mayor antes de la cena, comenzó a nevar tan pronto como llegó al claro, copos ligeros y perezosos, seguro a penas pintarian un par de manchas sobre la maleza, pero es más que suficiente para anunciar el comienzo del invierno.
Raph trajo pescado (para variar) pero no se le podía negar al gigante ese orgullo en sus ojos y la sonrisa que ponía cada vez que su hermanito lo felicitaba por la pesca. Además, nadie más que Mikey es capaz de ingeniar infinitas formas de comer pescado, es algo así cómo un cocinero nato, al menos hasta donde sé, nadie le enseñó a cocinar.

Todo se oscureció y el gigante ya estaba dormido otra vez, pero por mucho que la pequeña tortuguita de caja tratase de hacer lo mismo, algo en el fondo de su corazón se estrujaba y retumbaba, no le permitía siquiera mantener los ojos cerrados por más de un instante, ya luego de algunas horas de rodar y retorcerse en su cama desistió de dormir y salió a la intemperie. Estaba helado, pero no había viento que lo intensificara. Tal vez un pequeño paseo lo cansaría lo suficiente para poder dormir.

Caminó entre la bruma tropezando un par de veces con las piedras y las ramas, no está acostumbrado a la oscuridad, solo esperaba no perderse mientras avanzaba recorriendo las arrugas de los troncos, cuando descubrió que su paseo no curaba sus inquietudes buscó un lugar desde el que pudiera ver la luna y se sentó con el caparazón apoyado en un árbol.

-¡Eres muy lento!

-¡Hiciste trampa!- Mikey volvió a la realidad al escuchar voces no muy lejos, seguidas por el movimiento de las ramas- ¡Tú empezaste antes!

-Nuh-uh- de pronto un gruñido y un chillido, y pronto el crujir de las ramas partiéndose y un fuerte golpe lo hicieron levantarse de donde estaba e ir a curiosear- Aaaah~ Doooonnieeee, ¿y eso?

-Dijimos sin poderes- escuchó- literalmente estabas volando.

-El viento me quiere mucho, yo no soy culpable de eso, AY!- recibió un golpe, seguro, Mikey se asomó sin cuidado ya sabiendo de quiénes se trataba.

-Chicos, ¿están bien?- pregunto algo preocupado, pero al tratar de acercarse resbaló y se estrelló contra las otras dos tortugas- Auch.

-Mikey! ¿Qué haces aquí?

-Ten más cuidado, puedes hacerte daño- hablaron ambos al mismo tiempo, arrastrándose con Mikey para ayudarle, cada uno tomándolo con cuidado de un brazo antes de ponerlo de pie- ¿Estás bien?

-Yo no fui quien se cayó de un árbol- rió el más pequeño con una enorme sonrisa- ¿ya estaban peleando otra vez?

-¿Qué? Noooooo

-Sí, no ¿quién estaba peleando? ¿Tu estabas peleando?

-No, ¿no y tú?

-Jaja, los dos son muy graciosos, pero recuerden que a Raphie no le gustan las peleas.

-Sabemos, sabemos.

-La verdad solo estábamos haciendo una pequeña carrerita, para estirar las piernas ¿sabes?

-Un momento, Angello, querido ¿qué haces despierto a estas horas de la noche?- Mikey rió algo nervioso ante la pregunta del morado.

-No nos vamos a enojar hermanito, solo queremos saber qué extraña fuerza de la naturaleza te llevó a desobedecer al gigantón.

-Yo, esteeee, solo quería salir a dar una vuelta, no podía dormir bien- contestó jugando con los dedos de sus manos, Leon le dio un abrazo velozmente.

-Ay Mikey, tuviste una pesadilla o algo así- el orejas rojas se agachó un poco para estar a la altura de su rostro y lo sujetó de sus manitas inquietas.

-Algo así, tengo un mal presentimiento, como si algo muy malo estuviese a punto de ocurrir- Leo y Donnie se miraron entre ellos antes de mirar a Mikey nuevamente.

-¿Tiene algo que ver con el pequeño pueblito que has estado visitando Ángel?

-... ¿Qué?

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No hay viento que sacuda las hojas

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⏰ Última actualización: Jan 13 ⏰

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