Su agradecimiento.

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En un pueblito muy lejano, vivía una bruja importantísima. Tenía un poder muy especial y muy codiciado. A causa de eso, mucha gente la quería muerta y otros la adoraban.

La bruja, que tenía un don muy especial, era visitada por millones de personas al año. Algunas personas eran buenas, le traían regalos y ella, a cambio, les concedía un favor.

Llegó el día en que un niñito desnutrido, sucio, descalzo y andrajoso, llamó a su puerta. Pedía algo de comer, un lugar donde quedarse, él quería tener un hogar y ser feliz. Pero el niñito no tenía nada que ofrecerle a la bruja y ella no hacía favores gratis.

El niñito andrajoso le ofreció sus servicios como ayudante y la bruja lo dejó quedarse en su casa, lo alimentó, lo cuidó, lo crió como si fuese de su propia familia. Él la ayudó en la casa, limpió, atendió a los invitado y cocinó.

Un tiempo después, la salud de la bruja empezó a decaer. Sin nadie que cuidara la huerta, el niñito no tenía con qué cocinar.

Empezaron a pasar hambre. O, al menos, el niñito lo hacía. Toda la comida se la guardaba para la bruja.

Llegó un momento en que la situación no daba para más. No había más comida y la bruja ya no viviría mucho más tiempo. El niñito le cocino a la bruja, la mujer que lo había sacado de la miseria, le había dado una casa y mucho amor, su propio corazón como muestra de su agradecimiento.

La bruja cenó el corazón del niñito que tanto había amado como a un hijo propio y respiró su último aliento.

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⏰ Última actualización: Jun 13, 2015 ⏰

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