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CAPÍTULO 1
JJ está mal de la cabeza, y puede que Topper también

— ¡Lydia apúrate, no puedes estar ahí para toda la vida! — grité mientras golpeaba la puerta del baño

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— ¡Lydia apúrate, no puedes estar ahí para toda la vida! — grité mientras golpeaba la puerta del baño.

— ¡Estaré aquí el tiempo que sea necesario! — respondió mi prima desde el otro lado de la madera.

Suspiré, seguramente demoraba con la intención de fastidiarme. Siendo sincera no me sorprende, la preadolescencia le llegó con un golpe de odio hacia mí, aún cuando me hice cargo de ella incontables veces durante su infancia.

Bajé las escaleras sólo para encontrarme con mi tía en la sala. Vivo en su casa desde que tengo uso de razón. Mi madre falleció poco después de que nací, y jamás hubo rastro de mi padre.

Mucha gente diría que es algo difícil, pero lo superé hace bastante. Es posible que la única razón por la que Tía Anna no me saca de la casa es para recibir dinero del gobierno, pero sé que en el fondo me quiere, o al menos eso me gusta pensar.

Su mayor orgullo probablemente sea vivir en el lado Kook de la isla. Siempre tuvo una familia adinerada, pero luego de quedar viuda comenzó a necesitar valoración social para vivir. De ahí el cuento de darle un hogar a su sobrina huérfana.

— ¿A dónde crees que vas luego de un huracán? — preguntó con su típica voz de malhumorada. Odio que haga eso, preocuparse sólo cuando le conviene, pues la opinión de los vecinos es más importante que la suya propia —. Mejor no me respondas y vete lo antes posible.

Le ofrecí mi sonrisa más forzada mientras salía a paso rápido de la casa. Tomé mi bicicleta y comencé a pedalear.

Hubiera ido a casa de Sarah, como me era de costumbre, pero Agatha había hecho un gran trabajo en destruir la isla anoche y las calles estaban repletas de basura.

No dejaría que eso arruinara mis planes, es decir, alejarme de mi casa durante el mayor tiempo posible.

Anduve por las calles más limpias que pude encontrar, hasta que me di cuenta de lo cerca que estaba de Heyward's. No lo pensé dos veces y me dirigí hacia allí.

Siempre que voy, Pope encuentra la manera de entretenerme con anécdotas totalmente aleatorias sobre sus raros amigos.

—Pope, ¿cómo está mi Pogue favorito? — lo saludé al llegar.

—Estaría mejor si no tuviera que limpiar este lugar — bromeó él con su típica sonrisa—. ¡Auch! — exclamó cuando su padre le dio un pequeño golpe en la nuca.

—Menos charla, más limpieza — ordenó Heyward—. Adelaide — dijo a modo de saludo mientras me entregaba una escoba. No tuve que preguntar para entender su insinuación.

Reí mientras comencé a barrer la basura en la madera. Pope me lanzó una mirada de disculpas, pero negué con mi cabeza, restándole importancia.

Estaría mintiendo si dijera que sé como empezó nuestra amistad, si es que se le puede llamar así.

𝑨𝑫𝑬𝑳𝑨𝑰𝑫𝑬 ✧ Rafe CameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora