Capítulo 37

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"No me canso de mirarte para que cuando cierre mis ojos tenga tu imagen grabada en mi mente como una fotografía''.

MOMO HIRAI.

—¿Tienes algo que hacer esta noche, Momo? —preguntó Tara.

-—Sí, tengo cosas que hacer, y no, Tara, no te daré dinero —me adelanté, sin despegar la vista del televisor.

—No quiere dinero, lo pregunta porqué... —Tara le cubrió la boca a Dak - Ho para que no dijera nada.

Dirigí una mirada de ojos entrecerrados y acusadores hacia ellos.

—Que mamá y papá tengan que salir esta noche, no quita que vaya a dejar las cámaras apagadas, Tara —señalé a Dak - Ho—. Y mucho cuidado con lo que haces.

—No haremos nada, sólo era curiosidad —acotó Tara.

—Eso espero, Tara Hirai, eso espero.

El timbre de la casa nos sacó de nuestro tema, me coloqué de pie a regañadientes y caminé hasta la puerta, sin echar un vistazo por la mirilla, y al momento de abrirla encontrándome con Irene.

Oculté la sorpresa. Y la saludé con normalidad.

—Hola, Irene. ¿Qué te trae por aquí?

—¿Puedo pasar?

Me hice a un lado, —Adelante.

En cuanto Irene entró, Dak - Ho y Tara optaron por irse hacia la parte de arriba. Ellos no parecían querer interrumpir; aunque yo no tenía ni la más mínima idea de porqué Irene estaba en mi casa. No recuerdo ni siquiera haberle dicho donde vivía.

Pero conociendo este pueblo, sé que es muy fácil enterarse de las cosas que son tan obvias como esto. Me puse a una buena distancia, sin ganas de sentarme, en pocas horas tenía que ir a por Dahyun. Aunque le había dejado mensajes pero esta en ningún momento me respondió.

—No sabía que el hermano de Dahyun vivía aquí —comentó.

—Sólo es por un tiempo, nada más —dije, cortante, sin querer dar muchas explicaciones—. ¿Gustas beber algo?

—Oh, no —se remojó los labios. No estaba nerviosa, Irene no solía ser de ese tipo de chicas que dudaba para hacer las cosas—. Quería saber donde vivía la gran Momo Hirai.

<<Ya lo viste, ahora vete>>.

—No hay mucho misterio, al final del día, tampoco me estoy econdiendo de nadie —me encogí de hombros.

—Como si lo estuvieras haciendo. Se te ve poco a menos de que no sea en la universidad, ¿tienes miedo? —me dio una sonrisa coqueta y una mirada pícara, y eso no me gustaba para nada.

—¿Miedo? —ladeé la cabeza—. No, no tengo miedo de nada. Pero prefiero mantenerme en mi lugar y al margen de los chismes. ¿Me dirás que te trae por aquí?

—¿Me quieres echar?

—Preferiría que fueras tú la que decidiera irse —dije sin filtros. A los que Irene solo me sonrío—. Soy cortes, no te echaré.

—Quiero que me aclares una duda —chasqueó la lengua.

—Pregunta.

—¿Desde hace cuándo tienes pene? no quise hacerte esta pregunta antes para no sonar... grosera —apoyé todo mi peso en un pie. Aquí íbamos de nuevo—. Investigué, y nadie en el pueblo ha visto un caso de esos. A menos de que no sea por operación.

—Tenga o no un pene, no creo que sea de tu incumbencia, Irene. Y si de algo te ayuda, me parece grosero que te hayas tomado el tiempo de dar ese viaje hasta aquí, sólo para pregunatrme eso —bramé.

Amando La Terquedad De Tu Alma. (Dahmo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora