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「 𝑬𝒍 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒆𝒏𝒛𝒐 」

09//ᴊᴜɴɪᴏ.

DANIELA

Hoy era el día.

Llevo casi un mes sin ver a mi padre, para ser exacta; tres semanas y dos días.

¿La razón?

Mis padres se separaron.

Lo hicieron cuando yo ya estaba a punto de terminar la escuela, ahora que estamos en verano y no tengo clases por dos meses hasta que vuelva a mi último año, estaré con mi padre.

Es doloroso ver cómo un amor se desvanece con el pasar del tiempo, ver cómo la persona que una vez fue el brillo de tus ojos ahora se convierte en una oscuridad.

Mi padre ama la naturaleza y hace seis meses había comprado un terreno en el campo para poder pasar el verano ahí en familia. Eso iba a ser algo nuevo para mi madre y yo ya que siempre estamos acostumbradas a la vida en la ciudad cuando llega el verano. Ahora, solo será algo nuevo para mí debido a la separación.

—Ya llegamos, amor —la dulces voz de mi madre me sacó de mis pensamientos.

Alcé la vista contemplando lo hermosa que es la naturaleza. Observé la casa y realmente quedé impresionada por los detalles de troncos oscuros. Por la altura, deduzco que es una casa de dos pisos. Más al fondo se puede apreciar algunas flores blancas y amarillas, gallinas, montañas, árboles y el lago.

—Realmente es hermoso, madre —giré mi rostro para encontrarme con su mirada—. ¿Segura que no quieres acompañarme hasta la puerta?

Ella ya me había comentado que no bajaría del coche y no mostré objeción alguna. Pero, me gustaría que lo hiciera para que por lo menos pueda ver a papá. Todavía es la hora que no me dicen los motivos de su separación pero estoy segura que no fue por infidelidad. Debe de ser por algo más.

—No, tu ve y pásala bien —me dedicó una sonrisa—. Espero que hagas amistades, disfrutes, comas bien y —me señaló con seriedad— nada de alcohol.

Reí y me despedí de ella antes de bajar del coche. En cuanto lo hice, la silueta de mi padre hizo acto de aparición.

—Mi preciosa hija —su tono era de felicidad y no pude evitar de sonreír.

—¡Padre! —corrí y envolví mis brazos detrás de su espalda dándole un cálido abrazo.

Extrañaba el amor de mi padre y este verano se lo demostraría. Haré que vuelva su felicidad en medio de la tempestad que está atravesando.

—Te preparé la tarta de manzana que tanto te gusta —sonreí maliciosa porque esa era mi tarta favorita.

—Muero por probarla —hice una pausa—. Primero, buscaré las maletas antes de devorar esa delicia como un monstruo.

Él ríe ante lo que dije, su alegría me llegó a lo más profundo de mi alma ya que sé que ha sufrido por la separación. Al igual que mi madre, se hace la fuerte pero sé que sufre de igual manera. Verlo reír me da gusto y me reconforta porque pude sacarle una sonrisa en medio de su sufrimiento y juro que esa no será la única. En ocasiones e hecho reír a mi madre, ahora le toca a él.

Después de haber buscado las maletas y haberme despedido de mi madre, me adentré a la casa. Era hermosa, tenía un toque de calidez por el color blanco; crema y marrón, a simple vista era cómoda.

Papá me ayudó a subir las maletas al segundo piso ya que dos de ellas pesaban. Contenían ropa, entre otras cosas más como zapatos y uno que otros productos de maquillaje. La tercera maleta era ligera ya que en ella solo puse dos lienzos grandes, cinco medianos y diez pequeños, entre ellos también pinceles y pinturas.

Podrá ser un simple lienzo pero amo transmitir mis sentimientos en él, me genera tanta tranquilidad a la hora de plasmar mi imaginación y convertirla en una linda pintura, una que no me atrevo a qué otros vean ya que es mi refugio y si alguien invade mi lugar personal me sentiré totalmente expuesta.

Mi refugio en la pintura es mi lugar sagrado y no quiero que sea manchada por otros que no comparten mis sueños.

Es una pasión que solo mis padres saben pero no ven el fruto de este. Quizás algún día deje caer las barreras de inseguridad y los invite a pasar al lugar que protejo con toda mi alma y lucho para que siga siendo sagrado.

—Cariño, esta es tu habitación —acto seguido de haber dicho esas palabras, abrió la puerta dejándome ver una habitación muy acogedora.

Observé completamente todo y daría detalles pero algo atrapó mi atención por completo y fue  un caballete, era un mueble para poder poner mis lienzos sobre el y me sea más fácil a la hora de dibujar. La emoción se apoderaba de mi y varias lágrimas amenazaban con salir.

Terminé llorando de felicidad, mis sentimientos me ganaron.

—Gracias papá —traté se secar las lágrimas que se deslizaban sobre mis mejillas.

—Sé cuánto amas pintar y quiero que tengas la comodidad necesaria para que te resulte más fácil.

Hice puchero mis labios y más lágrimas caían. Creo que me bajará la regla, ando más sensible de lo normal.

—Muchas gracias —volví agradecer y el negó levemente.

—No agradezcas las muestras de amor —alborotó mi cabello y solté una pequeña risa—. Te daré tiempo para que te acomodes y bajes, te tengo otro regalo.

—Está bien —dicho esto, cerró la puerta.

Dejé la maleta ligera a un lado de la cama, me senté y acto seguido me tumbé en ella. Quería relajarme un poco antes de acomodar todo lo que traje en las otras maletas. Estaba consiente de todo lo que tenía que acomodar y ahora me arrepiento de haber traído tanto.

Espero llevarme muchos buenos recuerdos de este verano antes de volver a mi último curso de escuela y terminarla.

Me aterra el hecho de tan solo pensar que ya solo me quedan unos meses antes de empezar una nueva etapa en mi vida.

No sé si después de terminar la escuela esté preparada para la universidad.


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Un Amor De Verano © [Borrador en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora