Capítulo 5: El encuentro

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Días restantes para Luna llena: 2

Bin siempre había tenido una sensación de extrañeza en comparación con el resto de los humanos que lo rodeaban, en especial con los miembros de su familia.

El cabello blanco y la excesiva protección de sus padres solo fueron el parteaguas para sospechar que había algo que lo separaba de la línea de la normalidad. Sin embargo, el pequeño príncipe nunca tomó este indicio como una pauta para considerarse especial. Simplemente nacía la curiosidad de lo que lo hacía diferente de otros, independientemente de sus características físicas o de su posición en la monarquía.

¿Qué era? ¿Y por qué nunca podía quitarse esa extraña sensación de ansiedad en el pecho? Como si fuera un extranjero, un extraño, como si no perteneciera ahí...

Entonces... ¿A dónde pertenecía?

Mientras su pequeña cabeza se llenaba de esas preguntas inusuales para su edad permaneció tranquilo escuchando las indicaciones de sus padres de mantenerse dentro de las paredes del castillo durante los primeros 9 años de su vida.

Más toda restricción excesiva lleva a cuestionar lo que se considera absurdo. ¿Por qué no tendría que salir nunca? ¿Es que acaso tendría que permanecer para siempre solo conociendo las paredes del palacio?

La idea lo aburría y lo llenaba de mal humor. ¿Qué clase de rey gobernaría un reino que ni siquiera conocía? ¿Cómo lo querrían sus súbditos que no tenían idea de cómo lucía su rostro?

Al final de todo, Bin llegó a la conclusión de que la sobreprotección era ridícula y que quería ver con sus propios ojos cómo era el mundo fuera de los muros del castillo.

Durante una noche de luna llena en el verano de sus 10 años encontró una forma de escapar de la mirada vigilante de los guardias y escabullirse fuera del castillo. Trepó el muro del jardín que fue construido como un regalo de cumpleaños para él y que colindaba con el bosque. Una vez que estuvo del otro lado de las murallas corrió con todas sus fuerzas y se adentró en el bosque ansioso por conocer el mundo que le habían ocultado todo este tiempo.

Observó alrededor como un ciervo vigilante y fue precavido ante el menor movimiento, temiendo que algún sirviente del castillo hubiera descubierto sus planes y lo hubiera seguido. Sin embargo, después de deambular un buen tiempo estuvo seguro que era el único en ese lugar.

El príncipe por primera vez se sintió libre de toda restricción, correteo alrededor del bosque y jugó con todo lo que llamara su atención, persiguió a los animales nocturnos que salían por comida y atrapó luciérnagas durante un largo momento hasta perder la noción del tiempo.

Todo parecía tan nuevo, tan refrescante que no midió su entusiasmo y caminó sin rumbo fijo en busca de nuevas aventuras.

Lo que estuvo fuera de sus cálculos fue la densa oscuridad que lo alcanzó en alguna parte del bosque. Bin se desorientó sin saber en dónde se encontraba y caminó en círculos tratando de no perder la calma; más esto duró poco cuando su pie resbaló y cayó cuesta abajo en un barranco que no había notado por estar inmerso en buscar el camino de regreso.

Rodó ferozmente sin poder detenerse, sintiendo como las ramas secas y las piedras se clavaban en su tierna piel llenando de escozor y dolor su cuerpo. Cuando creyó que la tortura terminaría pronto, el agua fría lo recibió hundiéndolo y arrastrándolo hasta el fondo.

Había caído en una de las corrientes del río al rodar y su pequeño cuerpo herido no tenía fuerza suficiente para nadar hacia arriba y buscar la orilla de regreso.

Bin miró la superficie del agua alejándose cada vez más mientras se hundía en las profundidades y la luna llena se asomó desde arriba iluminando el líquido con sus luz plateada.

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