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𝖁𝖔𝖑𝖛í, ¿𝖓𝖔 𝖊𝖘 𝖔𝖇𝖛𝖎𝖔?
᠉┇❁┇ 𝓓𝓻𝓪𝓬𝓸 𝓜𝓪𝓵𝓯𝓸𝔂.
— ¿Por qué colocaron un plato de más? —pregunto la rubia a una mujer de la servidumbre, en su rostro tenía plasmada una expresión de confusión.
— Porque yo se lo ordené —respondí antes de que la servidumbre contestara, haciendo que la mujer alzara una ceja en señal de barahúnda.
— ¿No me digas qué...?
— Buenas noches —saludó Magdiel, haciendo su maravillosa aparición en el comedor, dejando boquiabierta a la chica de ojos azules. Me puse de pie para abrir su silla antes de que ella se sentara frente a la mesa, acompañado de un leve agradecimiento esbozado por ella.
Como todo un caballero.
— ¿Es en serio? —Atenea replicó frustrada con una mueca de total disgusto.
— Qué bueno que ya están todas. Me complace anunciarles que oficialmente Magdiel vuelve por voluntad propia. Así que de hoy en adelante nos acompañará. —anuncié y tomé mi lugar.
— Bienvenida de nuevo, hija —mi madre habló con una enorme sonrisa plasmada en su rostro.
Al parecer, Magdiel le agrada.
— Muchas gracias, Cissy —le devolvió la sonrisa con amabilidad.
— ¿Qué carajos haces aquí, Magdiel? —la rubia exaltada por su presencia, cuestionó a la castaña que acababa de llegar.
— Volví, ¿no es obvio? —contestó irónica, con una sonrisa de lado, haciendo enfadar notablemente a Atenea.
— Magdiel, me da mucho gusto verte de nuevo —Isabella se limitó a hablar.
— Gracias, igual a mí me da gusto verte de nuevo —respondió con una sonrisa.
Notablemente a Atenea no le hizo tanta gracia ver a Magdiel. "Tal vez se siente atacada" Bromeó mi subconsciente.
La cena continuó, en complemento silencio por parte de las concubinas y Magdiel. Mientras que mi madre y yo hablábamos de cualquier cosa que se nos hacía interesante.
Mis ánimos están en lo alto, y creo que mi madre ya los notó.
Terminamos y cada quien tomó la decisión de regresar a sus respectivas habitaciones. Justamente a descansar, que era lo que más quería.
᠉┇❁┇ 𝓜𝓪𝓰𝓭𝓲𝓮𝓵 𝓛𝓸𝓾𝓰𝓱𝓽𝔂.
Estiraba mis brazos de un lado a otro, con delicadeza, y cuidando no lastimarme. Me limité a cerrar mis ojos ante tal acción. Disfrutando de la delicia que sentía al escuchar tronar levemente mis huesos.
— ¿Por qué volviste?
Detuve mis movimientos y abrí de inmediato los ojos, presenciando a aquella rubia mal geniuda, con sus ojos azulados, clavados en mí.
