Suspiré pesado en señal de alivio, después de despertar. El día de ayer fue uno de los peores días de mi vida, será difícil olvidarlo. Lloré hasta que una aparente disnea se interpuso en mí, sacando a relucir todo mi dolor.
Noté que Isabella seguía dormida a un lado mío, mientras yo seguía abrazándola. Me removí despacio en busca de evitar despertarla. Decidí ponerme de pie, busqué un conjunto y me metí a duchar.
Me paré frente al espejo que estaba colgado arriba del lavabo. Observé mi rostro detenidamente, mis labios lucían pálidos, secos y partidos, mis ojos estaban rojos y completamente hinchados, tenía nuevamente unas ojeras terribles.
Me lamenté al verme así, cepillé mis dientes y procedí a bañarme. Salí, comencé a cepillar mi cabellera, desenredando unos notables nudos que se habían formado en él.
Isabella despertó poco a poco y se puso de pie para venir a mi dirección.
— No hace falta preguntar como estas —me miró triste— pero pase lo que pase aquí estaré para ti —beso mi frente.
— Gracias, Issa. Eres una gran amiga —sonreí débilmente.
— No agradezcas. Me hace bien tenerte —me abrazó fuertemente.
Sin más que decir, se retiró. La soledad me daba topes al corazón, fue una mala idea quedarme sola. Me recosté nuevamente en mi cama. Evité llorar, pero fue imposible. Cada recuerdo de mi novio me invadía, y me llenaba de culpa el saber que él había muerto.
|▪︎▪︎▪︎|
Perdí la cuenta de cuánto tiempo pasé llorando, simplemente perdí la noción. Isabella vino un par de veces a traerme un poco de comida, porque evidentemente no había querido salir de la habitación. No quería toparme con el causante de todo esto.
En mi mente solo pasaban dos pensamientos; la muerte de Aiden y la propuesta de Atenea. Merodeaban en mi cabeza una y otra vez. Realmente deseaba con todo mi corazón huir de este lugar.
Decidida me paré de la cama con dirección a la habitación de Atenea. Ella quiere que me quite de su camino, estoy segura de que me ayudará a irme de este lugar.
Toque la puerta e inmediatamente ella me abrió.
— ¡Hola, querida! Anoche me quedé muy preocupada por ti, ¿cómo sigues? —le costó fingir.
