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Momo suspiró acabándose la comida. Habían sido unos días difíciles, pero gracias al apoyo de sus amigos habían sido más amenos de lo que hubiera esperado. Menos agotadores.

—¿Y qué se siente ser hija de alguien tan famosa?

—¡Ahora entiendo su talento!

—¿Y por qué se suicidó?

La primera semana después de lo sucedido todo había sido así, incluso había tenido que aguantar a algún periodista, pero unos días más tarde todo parecía estar un poco más calmado. Kyouka y el resto la habían ayudado a intentar mantenerse firme ante aquella tan desafortunada situación. Aunque con todas las clases, entregas y trabajos no había podido pasar mucho tiempo con la pelimorada últimamente.

—Momo.

La pelinegra estaba sentada en un banco algo alejada del barullo de personas que se formaba al salir de clases. Le gustaba estar en ese lugar y pensar a solas. Sin embargo, al oír la voz de Kyouka una sonrisa se dibujó en su rostro. Verla le causaba una calidez indescriptible.

—Kyouka—sonrió.

—¿Puedo sentarme?

—¡Claro!—la más alta le hizo un hueco—Me alegra tu compañía.

Jirou le dedicó una sonrisa suave. Estaba deseando verla y ahora que la tenía delante no sabía muy bien que decir. Sabía que toda aquella situación con su madre seguía en la mente de Momo y que no iba a desaparecer tan fácilmente.

—¿Qué tal estás?—preguntó de forma dulce—Veo que la situación está un poco más calmada.

—Bueno, mejor que los primeros días—respondió Momo—Sin embargo, no hay clase donde alguien no me pregunte o me esté mirando. Prefiero ignorarlos. Es una suerte tener a Katsuki y que se encargue de asustarlos.

La de cabello oscuro rio un poco. No sabía que habría sido de ella sin sus amigos.

—Sí, eso es una buena herramienta.

—Aunque si estoy mejor es gracias a ti—sonrió Yaoyorozu.

El pulso de la pelimorada empezó a aumentar.

—¿Gracias a mí?—preguntó.

—Aunque estos últimos días hemos estado ocupadas, tus mensajes siempre me alegran el día, sobre todo esos vídeos que me grabas tocando la guitarra y cantando. Tu voz es preciosa, de las cosas más preciosas que he escuchado nunca—aquellas palabras las dijo desde el fondo de su corazón.

—Exageras—Kyouka la miró avergonzada—No sé si mi voz es para tanto.

—No exagero, para nada.

El rostro de Momo recobró seriedad.

—¿Sabes Kyouka? Tendrías que valorarte más a ti misma, ojalá te vieras como yo te veo—sus ojos reflejaban sentimientos.

La pelimorada desvió la mirada durante unos segundos, aunque cogió el valor para mirarla a los ojos.

—Gracias YaoMomo.

El sonido del piano | MomoJirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora