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Todoroki miró a su mejor amiga. Yaoyorozu se encontraba escondida debajo de las sábanas de su cama.

El bicolor se había levantado temprano para ver cómo estaba. La puerta estaba abierta y Mina se encontraba durmiendo en la otra habitación.

—Momo, vamos. No es para tanto.

—Sí que lo es—susurró, Todoroki no vio su rostro, pero parecía avergonzada—No puedo creer que Kyouka me haya visto así, me muero de la vergüenza, no quiero salir de aquí nunca jamás.

—¿Y cómo tocarás el piano, eh?—arqueó una ceja.

—Construiré uno aquí dentro, se me da bien crear cosas.

A pesar de la situación, Shoto no pudo evitar reír ante sus palabras.

—Eso es imposible—sonrió con suavidad.

Momo no dijo nada. Solo escondió la cabeza entre sus rodillas. Estaba segura de que la vergüenza que sentía no se le iba a pasar.

—Necesitaba que alguien me ayudara a llevarte a la habitación—suspiró—¿Me dirás qué ha ocurrido esta vez?

La pelinegra cerró los ojos. Le costaba mucho hablar de aquello.

—Sabes que puedes confiar en mí—Shoto utilizó una voz calmada.

Momo salió de su escondite y le miró.

—Todo, Shoto. Eso pasa.

—¿Todo?—preguntó sin entenderlo muy bien.

—Hablar con Itsuka me recordó lo que ocurrió y me sentía sola en esa fiesta, eso fue lo que pasó. Lo siento mucho—mordió su labio inferior—Soy un desastre ¿Cierto?

Yaoyorozu notó sus ojos húmedos y Shoto la abrazó durante unos segundos. Él iba a estar allí para apoyarla y nunca pensaba dejarla sola.

—No te disculpes, no pasa nada—el joven acarició su espalda y se separó para poder mirarla a los ojos—Sabes que yo siempre estaré contigo, no estás sola. Y no eres ningún desastre.

—Siempre estás ayudándome. Encima te arruiné la fiesta.

La pelinegra apretó los puños, pero el chico negó con la cabeza.

—No arruinaste nada, nunca lo haces—Momo se sintió aliviada. Estar con Todoroki siempre la ayudaba—Además, sabes que no me gustan las fiestas, ni la gente, ni eso de tener pareja.

—Ya—suspiró—¡Pero...!—la joven volvió a esconderse en las sábanas—Solo recordar que Kyouka me vio así me da muchísima vergüenza.

De pronto, una presencia detrás de él alertó a Todoroki. Jirou acababa de entrar. Al oír aquel silencio, Momo volvió a asomar la cabeza y la miró con sorpresa.

—No tienes por qué avergonzarte.

Acababa de llegar y había escuchado lo último que Momo había dicho. Jirou también se había preocupado y se encontró con que la puerta no estaba cerrada con llave.

El sonido del piano | MomoJirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora