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Momo no solía beber, aunque a veces lo hacía. Cuando se sentía triste y no quería pensar en sus problemas, tendía a hacerlo. No podía evitarlo.

Y esa, era una de esas veces. Porque en aquella fiesta no podía refugiarse en su música ni en su piano. No quería pensar, solo dejarse llevar y a veces deseaba viajar a otra dimensión en la que todo fuera diferente.

No sabía cuántos vasos llevaba, pero su cabeza empezó a doler y su mundo a dar vueltas. Antes de que la cosa fuera a peor, sintió unas manos aguantando su cuerpo evitando que se cayera.

—Shoto.

Al verle, la pelinegra sonrió tontamente y le abrazó. Solía comportarse así cuando estaba borracha. El bicolor ya estaba acostumbrado.

—¿De nuevo?—el heterocromático suspiró preocupado.

—Pero si solo han sido unos pocos vasos—Momo habló de forma torpe.

—Te llevaré a tu habitación—decidió.

—Pero la fiesta aún no ha acabado...—hizo un puchero.

Todoroki la miró con seriedad y súplica en su mirada.

—Vamos, por favor.

—Está bien, aburrishoto—ella le sacó la lengua en forma de protesta.

Shoto hizo que apoyara parte de su cuerpo en él a la hora de andar. Sin embargo, Momo parecía adormilada.

—¿Os vais? Yo también iba a irme...—era Kyouka—¿Momo, estás bien?

La pelinegra a penas podía tenderse en pie. Kyouka la miró preocupada. No se imaginó nunca ver a Yaoyorozu en ese estado. No pensó que sería de esas personas que se emborracharan, por lo que sintió que algo no iba bien en toda aquella situación.

—Ayúdame a llevarla a la habitación, luego te lo explicaré.

Shoto no solía hacerlo, pero aquella vez confió en Kyouka. Aquella pelimorada le daba una buena sensación respecto a su mejor amiga.

Así fue como ambos acabaron llevando a la de ojos oscuros a su habitación. Al llegar, la dejaron en la cama. Momo entreabrió los ojos.

—Traeré algo de beber por si despierta, ahora vengo.

Cuando el chico salió, Momo pareció recobrar un poco la conciencia.

La pelimorada estaba preocupada, pero a la vez recordó lo que había ocurrido con Kendo. Tal vez Momo no quería que ella estuviera allí. Aquello la preocupó. No le gustaba ser una molestia para nadie y menos para ella.

—Kyouka—Momo estaba borracha y algo adormilada, pero sus palabras fueron firmes. Sus ojos negros se clavaron en los suyos como dos perlas. Jirou la observó.

—¿Sí?

—Lo que ha dicho Itsuka es mentira—susurró, de forma torpe, pero con seguridad.

—¿Cómo?

—Cuando te vi por primera vez pensé que eras totalmente mi tipo—confesó.

El sonido del piano | MomoJirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora