Una Ventana Abierta al Sol Parte 2

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Cuando salimos hacia NY semanas después, había recuperado al menos unas diez libras de peso. La verdad es que estaba tan delgado en la Isla Volcán, que hasta lucía mayor. Impresionaba, sin embargo, ver como en esa villa, Candy y Albert se turnaban para cocinar. Jamás pensé que Candy pudiera defenderse en la cocina, pero parece que Albert lo había logrado con ella. De hecho, a ella le encantaba cómo cocinaba Albert, y también engordó unas libras que le hacían falta, por las que perdió en mi búsqueda, importante para la salud de su embarazo, que ya comenzaba a notársele algo más.

Más allá, luego de una estadía más larga de lo esperada, hasta me sorprendió bastante en el puerto de Southampton comprobar que muchas de las personas que allí trabajaban día a día conocían a Albert y a Candy. Considerando la historia de Candy y los años perdidos de Albert, era ciertamente una novedad para mí. Me preguntaba por qué, siendo que Albert estuvo tanto tiempo escondido, pero tampoco le di mayor importancia. No fue sin embargo, sino en medio de nuestra travesía de regreso a Estados Unidos que me dio con preguntarle a Albert sobre su trabajo, y Albert, algo nervioso y hasta esquivo, me contestó hasta que era asistente de Georges. ¿Asistente de Georges? La verdad, no le creí ni la mitad, porque una cosa es que Georges fuera fundamental en el esquema de vida del tío abuelo y sus negocios y sus secretos, y otra muy distinta es que Albert fuera su asistente, y más cuando veía al mismo Georges y a Roger tratarlo como si fuera de la realeza. Nunca realmente entendí por qué me dijo algo así. Quizás fue por salir del paso. Y no, no soy tonto, algo raro pasaba, pero luego pensé que era mejor dejar las cosas para otro momento, porque muy bien sabía que de ellos no saldría ni un ápice de información. Como el asunto de Patty, del que no me querían hablar demasiado, lo tomé como algo que querían discutirlo cuando estuviéramos en Chicago, sin presiones y más tranquilos todos. Lo de Patty, sin embargo, fue claro desde el principio, aunque nadie me lo quiso confirmar. Ella estaba casada, era obvio. Y era de esperarse que tuviera algún tipo de reacción cuando la viera, porque fue alguien importante para mí. Claro, ya no éramos los mismos jóvenes de antes, y yo, para todos los efectos, estaba muerto. Sentía algo de dolor y celos, pero luego reflexionaba que no debía esperar más. La verdad, no había razón para reclamarle. Todos éramos distintos al momento en que nos conocimos. Tampoco podía esperar llegar y encontrar las cosas cómo las dejé. Pero claro, todos sabían que se requeriría una adaptación para volver a la realidad, Patty incluida. Por eso era tan difícil para ellos tocar también ese tema.

Otra cosa que me llamó la atención fue el anuncio de una NUEVA TEMPORADA DE BUEN TEATRO SHAKESPERIANO CON LA COMPAÑÍA STRATFORD Y SU DIRECTOR EJECUTIVO ROBERT HATHAWAY, pronto, muy pronto, además del primer actor Terence Graham. Una corta dedicatoria a la memoria de Susanna Marlowe me sorprendió muchísimo. No sabía demasiado de ella más que lo que me contaba Candy cuando comenzó a perseguir el sueño de Terry, pero ahí fue que supe que ella había muerto hacía poco, y Candy fue muy consecuente en contarme que después de que la dejé en la estación de trenes en Chicago ese día de invierno, regresó dos días después con el corazón roto, pues Terry, como se rumoraba en ese tiempo, tenía algo con esa actriz. Ella había sufrido un accidente en uno de los ensayos por salvarlo a él, y perdió una pierna. Terry se sintió en deuda con ella, y se quedó en NY, separándose de Candy para siempre. Sí, siempre sospeché que pasaría, pero una cosa es sospecharlo, y otra muy distinta es verlo de frente. Hasta me sentí molesto conmigo mismo por no tener el valor de decirle las cosas a Candy en su momento, pero era que, en esa búsqueda de su felicidad, se nos hacía muy duro provocarle una pena como la que todos sabíamos que sentiría cuando Terry le fallara, como lo hizo. Por eso quizás es que no podía reaccionar de otro modo. Y claro, le dimos el beneficio de la duda, pero la verdad, y eso nunca se lo dije a Candy, es que no merecía ni siquiera la menor lástima de nuestra parte. Siendo un gran actor de teatro, como era, fue bien bajo eso de carecer de profundidad, y haber herido de ese modo a Candy. Jamás sabrá, por cierto, lo que perdió por ser tan miserable. No me alegro de lo que le pasó, pero tampoco siento que merezca ni un "lo siento" de nuestra parte. Lastimó a Candy, y eso es más que suficiente como para ni nombrarlo siquiera.

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