Una Ventana Abierta al Sol Parte 6

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Ya el otoño se asomaba por el portón de Lakewood; las flores comenzaban a perder sus pétalos y la flora, aunque aún hermosa, comenzaba a languidecer. Fuimos todo el camino con preocupación por Candy, pues su barriga había crecido bastante. La mala barriga había durado poco. Annie me comentaba que hubiera querido tener la suerte de Candy, pues sus barrigas eran horribles. Y mientras se lamentaba, me comentó que estaba embarazada de su tercer niño. Aún no se le notaba, pues tenía apenas un mes. Ya mi hermano lo sabía, pero nadie más. Ahora me enteraba yo, y también de que sería el padrino. Esa fue una buena noticia, y me suavizó un poco el ánimo con Annie. De hecho, comencé a defenderla de mi hermano, porque me di cuenta de que ya se le estaba agotando el amor, sino también la paciencia, con ella, si alguna vez lo tuvo. Y ella, bueno, después de cazar a mi hermano, no se le veía tan enamorada como cuando era un reto para ella que olvidara a Candy. Porque era de admitir que Archi, al igual que yo, nunca superamos completamente a esa hermosa rubia, bueno, ni hablar; la verdad, Candy era la fruta prohibida de nuestro jardín del Edén. Eso lo admito ahora, pero también sé que es de esas cosas que son sueños inalcanzables. Es más, supe por Archi que había ayudado a Candy a decidirse por Albert. Ambos los ayudamos, ya que siempre supimos que, en el fondo, Candy nunca sería para nosotros. Pero la espinita, si se puede llamar así, la llevamos siempre en el corazón. Candy siempre fue inalcanzable. Pero tanto mi hermano como yo muy bien sabíamos que nunca iba a ser. Por eso seguimos nuestro camino, sin mirar atrás. Para mí fue, por cierto, la mejor noticia verla feliz con el único hombre que siempre la amó sin esperar nada a cambio, demostrándole su amor, como había visto en esos días que él hacía por ella, y ella también por él. Cosas pequeñas, miradas furtivas, señales para ausentarse y amarse. Nada los detenía. Y ver a Candy feliz, eso lo valía todo. Creo que para Archi también. El problema, sin embargo, es que Archi probablemente se casó sin amor, y eso era muy preocupante. Annie tampoco lo amaba. Se encaprichó tontamente con él. Pero de algún modo, ahora era mi aliada y yo la de ella. Yo no podía dejarla sola, a su suerte, mientras su relación con mi hermano se enfriaba cada día más.

De hecho, el mismo Archi me dijo que ambos habían hablado para ver si otro niño podía unir a la familia. Cuando me lo dijo, por poco le doy. No hay niño que salve un matrimonio que nunca se construyó con bases sólidas. Él me contaba que pensaba que quería a Annie, pero que, si lo venía a analizar, desde lo que pasó en el colegio con ella, simplemente se resignó a ser su novio. Y ante la perspectiva de lo que pudo haber sido y no fue, sencillamente aceptó lo que consideró su destino, sin cuestionar. No era difícil ver que mi hermano no era feliz.

"Todo el mundo estaba en contra de ese matrimonio, no solamente los Leagan. El comité protestó no sólo por los orígenes inciertos de Annie, sino porque su familia estaba sumamente endeudada, y eran la comidilla de la sociedad de Chicago. Todo el mundo me consideraba demasiado bueno para Annie. La verdad, sentí una rabia descomunal de que trataran así a un ser humano, y más me aferré a lo que creía sentir por ella".

Estas confesiones de mi hermano me dejaron frío. No me sentía en la mejor forma para aconsejarle lo que tenía que hacer, pero de algo estaba seguro: mientras Annie estuviera embarazada, la defendería a ella y a su hijo.

"Nadie lo sabe, porque disimulamos cuando hay visita en la mansión, pero yo me voy mucho al departamento que ahora ocupas. Le pedí a Albert que me lo cediera para cuando quisiera estar más cerca de los negocios con clientes internacionales, pero realmente es demasiado grande para mí solo. Ahora estoy pensando irme al ala este, y quedarme allí".

"Sí, debes regresar y darte tiempo. De hecho, hay muchas recámaras que puedes ocupar, y no tienes que usar la misma de Annie, bueno, al menos en lo que resuelves tus problemas con ella".

Archi me miraba siempre, cuando hablaba del tema, como si pensara que no estaba a su favor. Y sí, ahora me tocaba defender a Annie, pero él era mi hermano, y viéndolo en esa disyuntiva no era fácil.

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