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Las palabras del reloj resonaron en sus mentes, "Samsara", una palabra que traía consigo un sentido de repetición y ciclos interminables. Se miraron entre sí, conscientes de que algo había salido mal, de que aún estaban atrapados en el juego de los sueños.

De repente, espectros aparecieron a su alrededor, advirtiendo con gestos agitados. Pero sus palabras eran incomprensibles, como si estuvieran atrapados en un eco distorsionado.

Todos los ojos se posaron en Alex, quien permanecía en silencio.

El reloj continuaba su monótona repetición de "Samsara", llenando el aire con una sensación de inquietud.

El cielo sobre ellos se oscureció, como si las sombras mismas estuvieran tomando forma. Una niebla espesa descendió, envolviéndolos en una sensación de opresión y misterio. El reloj continuaba su insistente sonido, como un eco persistente de su situación.

Y entonces, ocurrió. El suelo tembló bajo sus pies y el mundo a su alrededor se distorsionó. El paisaje se retorció y las formas se fundieron en una amalgama de colores y sombras.

La luna roja apareció en el horizonte, lanzando una luz inquietante sobre el paisaje cambiante. Era como si estuvieran presenciando un cataclismo que desafiaba toda lógica.

En el caos y la confusión, comenzaron a escuchar voces, susurros incomprensibles que parecían emanar de todas partes y ninguna parte a la vez. Las palabras se entrelazaban en un coro de murmullos inquietantes, creando una atmósfera sobrecogedora.

Los amigos se miraron, buscando respuestas en los ojos de los demás, pero encontrando solo reflejos de su propia confusión y temor.

La situación parecía cada vez más desesperada, como si estuvieran atrapados en un sueño dentro de un sueño, sin saber cómo despertar.

En ese momento, Alex finalmente rompió su silencio, su voz cargada de urgencia y determinación: —Debemos encontrar una salida de aquí, no importa lo que suceda. Debemos enfrentar este desafío juntos.

Y así, con la luna roja iluminando su camino y las voces en la oscuridad como su único guía, los amigos se adentraron en el caos, listos para enfrentar lo que sea que el Samsara les tuviera preparado.

La melodía de piano flotaba en el aire, como un eco de tristeza y melancolía. Los amigos se detuvieron al escucharla, sus corazones llenos de una extraña mezcla de emoción y nostalgia.

En el campo desierto, la mujer de blanco apareció ante ellos, su figura etérea destacándose en el paisaje y su presencia resonando con una sensación de misterio. Sus dedos danzaban sobre las teclas del piano, produciendo una música que parecía emerger de lo más profundo de su alma.

Mia, con lágrimas en los ojos, sintió una conexión especial con la melodía, como si la música hablara directamente a su corazón.

El campo desierto se extendía a su alrededor, como un lugar suspendido entre la vida y la muerte. La sensación de irrealidad era palpable, como si estuvieran en un limbo entre dos mundos.

Daniel, el más analítico del grupo, se preguntó en voz alta: —¿Estamos en un sueño, en una pesadilla o en algún lugar entre la vida y la muerte?

Olivia, siempre llena de energía y entusiasmo, se acercó a la misteriosa mujer y la miró con ojos curiosos.

—¿Quién eres? ¿Qué es este lugar? —preguntó, su voz llena de una mezcla de asombro y respeto.

La mujer no respondió con palabras, pero su mirada parecía comunicar una profunda tristeza y un anhelo indefinido.

Mientras la mujer continuaba tocando el piano, las sombras y la niebla parecían bailar al ritmo de la música. Era como si el campo mismo respondiera a la melodía, creando un espectáculo de luz y sombra que hipnotizaba a los amigos.

Jake, el escéptico, se encontró sumergido en la atmósfera, sintiendo una extraña mezcla de fascinación y desconcierto.

Mientras tanto, Lily, la artista, sacó su cuaderno y comenzó a dibujar la escena, capturando la esencia de lo efímero y lo etéreo que llenaba el lugar.

A medida que la melodía continuaba, Mia se acercó lentamente a la mujer de blanco. Sintió como si hubiera una conexión especial entre ellas, como si se conocieran de alguna manera inexplicable.

—¿Puedes entendernos? —preguntó Mia, con voz suave.

La mujer asintió con tristeza, como si las palabras fueran insuficientes para expresar lo que sentía.

En ese momento, Alex se dio cuenta de algo importante: este lugar, este momento, era un punto de conexión entre la vida y la muerte, entre la realidad y el sueño. Estaban experimentando algo que trascendía lo que podían comprender.

La mujer de blanco siguió tocando el piano, y en cada nota parecía haber un mensaje oculto, una revelación que se escapaba de su alcance.

Zoe, la protectora del grupo, se acercó a Mia y le dijo en voz baja: —Creo que este lugar tiene un propósito para nosotros. Debemos estar atentos y escuchar lo que nos está tratando de decir.

El juego de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora